Intermitencias chinas 7.1

Don Quijote del río Li

Durante su estancia en Yangshuo, Luciano gustaba de madrugar y tomarse el desayuno en en el Café Lotus, en una de las mesas que se asomaban a la calle Xi Jie, West Street, para los guiris.

Aquella mañana de agosto, mientras esperaba a que le sirvieran el desayuno, se entretuvo observando a los turistas más madrugadores, que caminaban bajo la penetrante mirada de las guías, apostadas cual cuervos en las aceras. Una de ellas, entraba cada minuto en un portal que había enfrente del café, y volvía a aparecer con dos bicicletas, una en cada mano, que iba depositando unos cien metros calle abajo. Y no creo exagerar cuando digo que trasladó más de cincuenta bicicletas en media hora. Si había suerte y el día salía bueno, era fácil que las alquilara todas.

En ésas apareció la camarera con el desayuno. Luciano empezó a dar cuenta de él: beberse el zumo, untar la tostada...

Cuando levantó la mirada sorprendió a un chino cincuentón preparado para sacarle una foto con su réflex. También se sorprendió a sí mismo como objeto de atracción turística. Luciano se imaginó al chino enseñando a su familia y amigos aquella estampa tan típica de un occidental. No le sentó mal; faltaría más, tenía muy presente que él hacia lo mismo.

Aquel día Luicano y Adela tenían previsto darse una vuelta por el río Li. A las diez tomaron un autobús de línea a Xinpiang, un pueblecito a orillas del río Li, entre Yangshuo y Quilin. Desde allí cogerían un barco para hacer una vuelta por el río.

El autobús los dejó en la plaza de una aldea rural, como las que se pueden encontrar en la España profunda, con casas blancas y población envejecida. Lo único 'nuevo' que pudieron ver allí, fue un cartel enorme (3x2m) que había en una fachada de la plaza. En ella aparecía Bill Clinton visitando el pueblo, a todo color. Todo un orgullo, supongo.

A un par de kilómetros del pueblo estaba el embarcadero, donde varios turistas esperaban para embarcar. A Luciano y a Adela les tocó con una familia taiwanesa muy abierta y enrollada. Una de las hijas hablaba muy buen inglés, y les tradujo lo que iba diciendo el marinero, que hacía las veces de guía. No en vano, había muchas cosas que contar de los caprichosos paisajes que asomaban tras cada meandro. Quizá a los chinos no les guste mucho ir al monte, pero no hay duda de que les encanta contemplarlos y, a poder ser, encontrarles algún parecido con otra cosa.

Sirva como ejemplo la siguiente ilustración.



¿Que veis, además de una montaña? La solución, al final de este post.

A mitad de recorrido, el patrón fondeó el barquito en la orilla izquierda. Allí esperaban un montón de mujeres de todas las edades que recogían piedrecitas para luego vendérselas a los turistas. También andaba por allí este curioso personaje, un vendedor de sonrisas.





Lo que tiene debajo es un búfalo. Uno de los tantos que se pueden encontrar en el río.

El barco ya había zarpado cuando tomaron esta última toma para el recuerdo. Mientras don Quijote preguntaba al búfalo y al cigarrillo por el próximo número que iba a representar, las vendedoras de piedras corrían hacia el nuevo barco que acababa de llegar...





Y aquí termina el trayecto en barco por el río Lí. Sólo me queda despejar la incógnita. ¿Qué crees? ¿Lo habrás adivinado?

'La cabeza de un hombre que está tumbado mirando al cielo'

Intermitencias chinas 7.0

Entre Quilin y Yangshuo

De Kunming a Quilin. Del suroeste al centro sur. Las Intermitencias Chinas cambian de escenario.

Luciano había estado ordenando los apuntes de su estancia en Quilin y Yangshuo:

-Cuántas cosas para contar. Parece mentira lo que puede dar de sí un mesecito de viaje. Me doy cuenta de que da más trabajo recordarlo que vivirlo. Pero tengo una excusa: eso ya lo descrubrió Proust hace cien años.

A la recherche, pues:

Quilin es una ciudad fluvial, icono del turismo nacional, famosa por sus montes y sus ríos. Paradógicamente, se asienta sobre un terreno llano que está petado de montes. Imagínate las escamas de un Brontosaurio. Así es allí el paisaje. Y no sólo en Quilin, también en Yangshuo, que está 60 km al sur.



Entre ambas ciudades fluye el río Li, una autopista fluvial donde pasan cada día innumerables barcos, con turistas a los que les sobran treinta euros. Si lo haces en autobús te vale con uno solo. Y el paisaje es casi el mismo.

Aunque, eso sí, no podrás ver en tres dimensiones la imagen que aparece en el billete de veinte yuans.





Pero eso lo vieron más tarde, cuando se dieron un paseo más modesto por el río Li, del que tratará el siguiente post.

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Ahora toca hablar de Yangshuo, en cuyo Youth Hostel pasaron Adela y Luciano unas cuantas noches. Yangshuo es una pequeña ciudad de 300.000 habitantes, ideal para el descanso del viajero. La meca de los trotamundos, según el Lonely Planet. El Youth Hostel estaba en Xi Jie, una calle pensada exclusivamente para turistas occidentales, sobre todo en los precios de comidas y bebidas, que no tenían nada que envidiar a las del centro de París.

Por esta razón, Adela y Luciano decidieron que en adelante se saldrían del barrio para comer. Y no les fue mal. En las calles de los chinos había un montón de comedores pequeños, del tamaño de un garaje particular. La comida era siempre la misma. Consistía en un cuenco de arroz y otro de verduras y carnes recién fritas en aceite de soja. El cliente escogía de los diferentes cuencos una muestra de los productos que quería que le prepararan y se lo daba a la cocinera. Luciano y Adela también añadían la palabra búladé, que significa con muy poco picante. Si no lo hacían, era probable que dejaran el plato en la mesa. Todo eso, más una cerveza de medio litro les costaban no más de 20 yuans, unos dos euros al cambio. Después se compraban algo de fruta en el mercado y ya iban más que servidos.

Echemos un vistazo al comedor:



Y aquí acaba la primera parte de la séptima entrega de las intermitencias chinas. En la siguiente conoceremos a un personaje peculiar, don Quijote del río Li.

Kanpaia jotzen

Luciano Brindavinok Errealistatzat jotzen zuen bere burua. Ez, ez pentsa gure Luciano monarkiaren alde zegoenik, ez eta gipuzkoako futbol taldearen jarraitzailea zenik ere. Kontua da 2000.eko lehen hamarkada hartan, fikzioan baino, errealitatean erosoago sentitzen zala. Baina arazo bat zuen: ondo ezagutzen zuena besterik ez zekien kontatzen. Eta hobeto ezagutzen zuena, berak bizitakoa zan. Beraz, modelo faltan, bere haurtzaroa desklasifikatuko du Brindavinok.

Bat baino gehiagok pentsa lezake jarraian datorrena exhibizionismo hutsa dela, hirugarren mailako literatura eskatologikoa. Nori axola dio Lucianoren sexualitatearen ernaltzea?

-Auzo-lotsa sentitzen diat Luciano, zeure burua hain biluzik utzita.

Ez det uste hainbesterako izango zanik. Euskaldunek belaunaldiz belaunaldi kastratu dituzten tabuak apurtu, besterik ez zuen nahi Brindavinok. Gaiari naturaltasunez aurre egin nahi zion, lotsarik gabe, eguraldiaz edota futbolaz arituko balitz bezala.

Kanpaia jo aurretik, haurtzaroko pasarte bi aukeratu dizkigu, gosegarri gisa.

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Luciano dibanean etzanda

Ene lehen oroitzapen sexuala 1978koa da. Orduan 8 urte izango nituen eta OHOko bigarren mailan nengoen. Bazkaldu ostean, nere gelan egoten ginan lagun bat eta ni. Eskolara joan aurretik ordu erdi pasatxo geneukan nahi genuena egiteko. Musika entzuten pasatzen genuen denbora gehiena, Guk, Bob Dylan... eskura geneukana. Oso ondo pasatzen genuen abestien letrak ikasten. Honako hau esaterako, ez det uste inoiz ahaztuko dugunik:

Lagun etor gurekin
denek elkarrekin
badugu zer egin...

Blogari perfektuen metafora?

Barka zazue, bidetik atera naiz.

Beste bi anaiekin konpartitzen nuen gelan geunden, ene laguna eta ni. Kontua da -ez dakit zerk bultzatu ninduen horretara-, lagunari muxu baten eske nenbilela azken egunetan. Hainbeste insistitu omen nuen non lagunak, egun hartan bertan, bere onespena eman zidan. Probatu nahi genuen, ea zer sentitzen zan... Muxua bera ez det ondo oroitzen. Gustatu zitzaigula bai.

Egun batzuk barru, lagunak eskatu zian muxua niri. Ezezkoa eman nion. Jakinmina asetuta nuen erabat eta egoera eskutik joango zitzaigunaren susmoa nuen. Hor ikusten det egun, ene izaera kontserbadore eta segurolaren hazietako bat.

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Ene Brain-Pocketak eskaini didan honako pasarte hau zeharo ahaztuta neukan. Hunkituta uzten nau izan naizen horrek:

Txikitan, uda garaia iristen zanean, Hernanira joaten ginan ama, aita eta hiru anai txikiak, izebaren etxera. Egun hartan bakarrik nengoen etxean, zergatik ez galdetu. Eta zer egin nuen? Zer demontre pasa zitzaidan burutik? Ba ene izebaren jantziak, lentzeria eta guzti, probatzea.

Zergatik mozorrotu nintzan? Jakinminean bilatuko nuke arrazoia. Eta nola ez, debekuaren erakarpenean. Mutilak ezin genituen nesken arropak jantzi eta horregatik are erkargarriagoak egiten zitzaizkidan: bularretakoa, gona, osagarriak...

Datorren urtean, ihauterietako jaietan, ene fantasia txiki horretan murgilduko naiz berriro.

Zin dagizut, izan naizen hori.

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Kanpaia jotzen

Hamaika urte nituela, ondo gogoratzen det, amak galdetu zidan ea Nivea itxurako esne beroa atera zitzaidan inoiz txilibitutik. Orduan ez nuen amaren galdera ulertu. Urte baztuk pasa beharko ziran oraindikan.

Hamairu edo hamalau urte izango nituen orgasmoa deskubritu nuenean. Gurasoen etxeko egongelan nengoen. Beno, egongela bakarrik ez. Garai hartan zortzi pertsona lo egiten genuen etxean eta, egunez egongela zana, gauean logela bihurtzen zan. Bi ohe zeuden bertan. Ni, koadro gorri eta beltzak zituen ohean nengoen. Oso garbi ikusten det estalkia. Ohean sartuta nengoen, komiki erotikoa irakurtzen. Irakurtzen ari nintzen pasartea deskribatzen saiatuko naiz:

"Logela handia etxe dotore batean. Bi pertsona daude bertan: batetik gizon zaharra, bere ohean etzanda, gaixo, oso gaixo, hiltzorian, estutzen banauzue; bestetik neskamea, gaztea, liraina, hautsa kentzen ari zaio ohe mahaiko famili argazki bati. Neskameen ohiko uniformea darama, kofia txuria eta minigona beltza barne.

"Zaharrak begiak okertu eta berehala aldatu zaio aurpegia. Bere medikuak mementu hartan ikusiko balu, bere kargua utziko luke berehala. Orduan zaharrak neskameari eskatzen dio ea ohearen buruaren gaineko kristoa zuzenduko duen, zeharo okertuta ikusten baitu. Neskameak, noski, baietz, aldizkaritxoaren diru-balioa justifikatzeko besterik ez bada ere.

"Ohera igo da jada, gurutzefikara heltzeko xedez. Belaunak burukoan jarri dira; zahar gaixoak arnas hartu ezinik, neskamearen kuleroetan itotzen ari da.

Buruz behera nengoen ohean etzanda, maindirak ene gorputzaren igurtzia sentitzen hasi zenean. Hala izan zan ene lehen masturbazioa: tolesgabea, bakuna.

Eta ondoren orgasmoa. Ene bizitzako lehena. Ez dakit garraxia itoaraztea lortu ote nuen. Gero bai. Beste askok bezala, suposatzen det. Ezagutu ditut lagunartean masturbatu izan direnak, baina ni ez nintzan haraino iritsi. Eta pena ematen dit, ez pentsa. Ba ote al dago, mutil koxkor batentzat, lagunekin masturbatu baino gauza sano, merke eta atsegingarriagorik?

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Ez dakit zer esango zukeen psikoanalista batek post honi buruz, lelokeriren bat, ziurrena. Argi dago, ordea, inork ez zidala behar bezala azaldu gorputz barrenetik ateratzen zitzaizkidan sentzazio eta bulkada horiek guztiak. Ez diet, noski, horren errua gurasoei egotziko. Nahikotxo egin zuten, zein garai bizitzea suertatu zitzaien ikusita. Erlijioa eta frankismoa, horiek bai, zerikusi dexente izan zuten sexuaren tabua gizartean sustraitzeko bidean. Eta horiei eskatzen dizkiet nik ordainak.

Luciano Brindavino

Una semanita en Marruecos (y 2)

Cuenta el guionista de cómics Alan Moore en Watchmen, su obra maestra, que para enganchar al lector viene muy bien que el protagonista caiga simpático. Para ello, propone que el personaje en cuestión sufra al comienzo del relato alguna adversidad, que sea objeto de alguna injusticia.

Luciano pensaba en esto cuando ultimaba la publicación de la segunda parte de la semanita en Marruecos. ¿Qué pensará el lector, de estos cabroncetes? ¿Cómo va a tener ganas de seguir viajando con ellos después de leer la primera parte? ¿Para qué?

Pues para verles sufrir un poquito.

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Asni

Esta segunda parte comienza con un plano general. Vemos un 4L ascender un puerto de montaña, en las estribaciones del Atlas. Detrás queda una inmensa llanura, presidida por Marraquesh. Delante, unos montes bajos, con unos montes más altos detrás; luego otros más altos aún; después, las montañas; y sobre éstas, la mole del Tob Kal.

El cuatro latas se dirigía a Asni, desde donde Luciano, Yussuf y Casanova pensaban hacer un pequeño trekking por el Atlas. Poco después de la cima del puerto, divisaron en la cuneta a un tío de mediana edad que les estaba haciendo señas, parece que pidiendo ayuda. A su lado había un coche que parecía averiado. Por medio de señas, pidió que lo dejaran subir al coche.

-Asni, Asni-. Fue lo único que lograron entender. Suficiente.

El hombre se sentó junto a Luciano en el asiento trasero. Desde un principio mostró una actitud servil, agradeciéndoles de manera exagerada el haberle recogido, bajando la cabeza y moviendo las manos como si Luciano fuera el mismísimo Mahoma.

-Os debo la vida. Estoy en deuda con vosotros -parecía querer decir.

Como iban al mismo pueblo, el señor los invitó a su casa. Asni, más que pueblo era una aldea. Las casas eran de tierra roja, carecían de ventanas, parecían pobres, pero una vez dentro la impresión era totalmente distinta. El suelo abaldosado le daba frescura a la casa. El señor los invitó al salón de té, una pequeña habitación rectangular compuesta por un banco corrido que ocupaba todo el diametro, y una mesa central. No había sitio para más. A ella sólo podían acceder los hombres.

No habían vaciado el primer vaso cuando el dueño de la casa les presentó a un hombre que traía consigo vistosos objetos de plata. Yussuff trató de aclarar que no estaban interesados en la mercancía.

-Sí que nos gustaría, en cambio, conseguir un guía que nos llevara a dar una vuelta por las montañas un par de días.

Entonces, el cabeza de familia mandó llamar a Omar, un guía que había en el pueblo. Al instante apareció en el umbral de la puerta, buscó acomodo y se sirvió un vaso de té. Era un hombre de mediana edad, de tez oscura y carácter afable. Se veía que estaba acostumbrado a tratar con turistas occidentales. Por suerte chapurreaba algo de inglés, por lo que a partir de entonces la negociación fue con mayor fluidez.

En principio, Yussuff y sus amigos pensaban pasar por lo menos tres noches fuera, pero en cuanto les dieron la lista de precios se dieron cuenta de que era imposible. No les llegaba ni para dos noches. Así que sólo pudieron contratar a Omar por una. También tuvieron que prescindir de los burros. La comida entraba en el precio, pero ya tenían comida que habían pillao en el mercado de Marraquesh.

A la mañana del día siguiente, se pusieron en camino. Quien haya andado por allí ya conocerá los encantos del lugar. Fueron ascendiendo siguiendo la ribera del río que regaba las huertas y plantaciones que se agolpaban a su paso. Los caminantes respiraban aquel aire puro y fresco mientras contemplaban asombrados la desolación que reinaba en las zonas más altas, tan sólo cien metros más arriba. En los pueblos por donde paraban los niños los recibían como a estos vascos en el Kurdistán.

Durmieron en un pueblo bereber de la montaña, en la casa de una familia humilde y bastante numerosa. Cuando fueron a enseñarles la habitación donde iban a dormir, se encontraron con que estaba ocupada por el dueño de la casa, que yacía en el suelo, enfermo, cubierto por unas mantas. Por más que insistieron en que no lo movieran de allí, que no los molestaba, la familia lo sacó en un abrir y cerrar de ojos.

Al día siguiente emprendieron el camino de vuelta a Asni. Allí tenían la intención de pasar la noche en la casa del tío que les debía la vida, pero no fue tan hospitalario como la primera vez. Al parecer estaba algo enfadado porque no quisieron comprar plata y porque no tenían tanto dinero como él hubiera querido.

La familia los recibió esta vez en la puerta de la casa, a modo de parapeto para que Casanova & co. no la traspasaran. Mala onda. El dueño frunció el ceño cuando Luciano insinuó que les había prometido acorgerlos esa noche. No parecía que fuera esa su intención.

Los tres amigos hicieron un aparte y se pusieron a deliberar: optaron por abandonar el lugar cuanto antes. Allí ya no pintaban nada.

Cuando se acercaron al 4L se dieron cuenta de que también les habían chorado, sin pedir permiso siquiera, la comida que habían dejado en el coche.

Y diez años después, Luciano se preguntaba si aquel hombre que les había pedido ayuda en el puerto de montaña, tenía el coche realmente averiado. O se trataba, en cambio, de un ingenioso truco para atrapar en sus redes a turistas confiados.


En la aduana

De Asni se fueron a Tánger. La semana tocaba a su fin, y tenían que devolver el cuatro latas. En dos noches llegaron a la otrora ciudad internacional. Devolvieron el coche y se dirigieron al puerto, a tomar el barco que los llevaría de vuelta a Algeciras. La experiencia del Atlas no les había dejado muy buen sabor de boca, y tenían ganas de volverse a casa.

Claro que primero tenían que pasar la aduana marroquí. Y resulta que cada uno se presentó en la misma con su mochila y un huevico más o menos oculto: el de Luciano, en el bolsillo del chaleco; el de Giusseppe, escondido en las babucas, que a su vez estaban en la mochila; y el de Yussuf...

Otro plano general. Esta vez de la aduana marroquí. Imaginémoslo dispuesto sobre un escenario teatral. En primer plano, a la derecha, están los tres amigos, junto con otro grupo de gente que está en su misma situación. Dos de ellos son vascos también: una chica embarazada y un tío con fly y patillas, que resulta ser hernaniarra. Tras ellos está la mujer de la limpieza con su cubo y su fregona, que limpia (o hace que limpia) los servicios. A la derecha de los servicios, también de frente al espectador, otra puerta, cuya función por el momento se desconoce. En la parte derecha del escenario están los aduaneros, uno alto y moreno, el otro pequeño y con el pelo rizado. Hacen buena pareja. Tras ellos está la última puerta, la que conduce al ferry.

También había un grupo de cámaras de fotos con japoneses. Cuando se disponían a franquear la puerta de la derecha, Luciano trató de pasar con ellos, pero el poli de aduanas se dio cuenta y no le dejó pasar. Entonces Luciano decidió sentarse junto al tío de Hernani, pero éste, en cuanto vio las intenciones de Luciano, se levantó y se fue para otro lado.

-Déjame en paz.

A los pocos minutos él también había pasado la aduana.

-Seguro que le ha untado al aduanero -comentó Yussuff-. A mí me ha pedido mil durillos, pero le he dicho que no, no sabía si me estaba vacilando, o qué.

-Pues entonces creo que tenemos pa largo -aseveró Luciano- seguro que nos cachean. Voy a intentar deshacerme de mi piedra.

La dejó en un saliente que había en la pared. Pero Luciano había sido bastante torpe, la chica que estaba limpiando los servicios le vio dejar la mierda en la repisa. Pero, por el momento no les dijo nada a los aduaneros. El imprudente Brindavino respiró aliviado.

Casanova decidió hacer los mismo y abrió la mochila para buscar las babucas. Cuando las encontró, sacó la postura y, cuando ya se iba a librar de ella, la limpiadora le hizo un gesto al aduanero, delatando así a Casanova. Le habían pillado con las manos en la masa.

Los ojos de aduanero brillaban mientras sujetaba en su mano derecha el huevete de Giusseppe. Les habían pillado. Tanto la chica como el hernaniarra habían pasado sin problemas. Sólo quedaban Brindavino, Al Ibrahim y Casanova.

Entonces conocieron para qué servía la puerta que estaba a la derecha de los servicios. El primero en franquearla fue Casanova. Después de unos minutos, la puerta se volvió a abrir. Tras ella apareció Giusseppe:

-¿Cuidado Yussuff, que me han zurrao!

Después le zurraron a Al Ibrahim. Cuando salió, Luciano no sabía donde meterse. Trató de refugiarse en los servicios, pero uno de los aduaneros le agarró del hombro y se lo llevó con él a la puerta maldita.

Luciano tuvo poco tiempo para saber dónde estaba. La habitación era muy pequeña, probablemente estaría destinada a almacén. El aduanero empujó a Luciano contra la pared, se puso frente a él y estuvo mirándolo fijamente a los ojos durante unos treinta segundos, que a Luciano se le hicieron infinitos. Y luego, le empezó a propinar puñetazos en el vientre:

-¡Cuanto tienes aquí, eh? ¡Confiesa!

Luciano no tenía nada que confesar, ni tampoco sus amigos. Casanova ni siquiera fumaba petas, pero a él le había caído el marrón.

Después del improvisado interrogatorio, los aduaneros trataron de acojonarles un poquito, sobre todo a Casanova.

-Con esto, tú a la cárcel -dijo el aduanero alto y moreno, señalando primero el haxix y luego a Casanova-, pero antes, los tres a rayos x, para ver si tenéis más en la barriga.

Brindavino trataba de rebajar la tensión:

-Que no tenemos más, que esto lo queremos para llevarnos un recuerdo de esta maravillosa tierra.

Entonces, vieron que el ferry que les correspondía salía en ese momento del puerto. Los aduaneros lo señalaron con una media sonrisa, mientras se disponían a buscar en el resto de las mochilas.

No encontraron nada más.

Después los llevaron a una especie de sala de espera enorme, donde siguieron con el interrogatorio. Los aduaneros estaban un poco desconcertados; habían pescado tres buenas truchas, no se creían que sólo llevaban ese huevete. Pondrían la mano en el fuego a que llevaban algo dentro. Su actitud, no obstante, delataba lo contrario. Los tres parecían bastante seguros de sí mismos.

Mantuvieron durante una media hora la conversación más absurda que se pueda imaginar. Al final, convencieron a los aduaneros para que los dejaran libres, a cambio de una pequeña comisión. Acordaron pagarles unas 2000 pesetas de entonces, y aquí no ha pasado nada. Al principio se hicieron los remolones, pero aquello no era más que una pose.

Antes de dejarlos marchar, los aduaneros pusieron otra vez en práctica sus dotes de persuasión. No cabe imaginar juramento más ridículo.

-Aquí no ha pasado nada. No contaréis esto a nadie hasta la muerte. ¡Repetid conmigo! ¡No contaré esto a nadie hasta la muerte!

-¡No contaré esto a nadie hasta la muerte!

Entonces los dejaron libres.

Media hora más tarde volvieron a la aduana. La pasaron sin problemas. Ni siquiera les pidieron el dinero que habían acordado.


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Que a gusto se está en casa. En el pueblo de uno, rodeado de amigos.

Giusseppe, Yussuff y Luciano celebraban su escapada con una cerveza, mientras leían esta noticia en el periódico.

Durante la última semana, la policía aduanera marroquí ha detenido a un número importante de jóvenes vascos, entre ellos el hijo de algún político importante. Se les acusa de contrabandear con haxix, y muchos de ellos permaneces confinados en la cárcel de Tánger.

Mientras apuraban la cerveza, los tres amigos lanzaron un suspiro de alivio.

Una semanita en Marruecos (1)

Antes de ir al grano, una reflexión sobre los silencios en los blogs. Pondré un ejemplo: imaginemos a un blogari que escribía posts con cierta regularidad; de repente, deja de publicarlos. ¿Qué le habrá pasado al tipo? ¿Se le habrá jodido el ordenata? ¿Se habrá dado cuenta por fin de lo malo que es su blog? ¿Estará triste? ¿Habrá tenido un hijo? ¿...?

Al fin y al cabo, los blogueros son personas, a pesar de que pasen demasiado tiempo enchufados a la computadora. Cualquier razón puede explicar esos silencios.

Detras del de Luciano se esconde un profunda tristeza. Si pudiera, cambiaría el color de fondo de sus Intermitencias por uno negro, que reflejaría mejor su estado de ánimo. Una manera de explicar sin palabras lo que lleva dentro.

Pero hay que mirar palante, hay que seguir viviendo. Luciano ha hecho click y se ha tomado una pirula del Doctor Trapero. No cura, pero alivia.

Ondo pasatzeko jaio ginen.

Habrá que hacerle caso al médico. Es de confianza.


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Las aventuras marroquíes de El Diablo, El Ángel Caído y Teresa de Calcuta



Dedicado a Yussuff Al Ibrahim
y Giusseppe Casanova


El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein: un año de rutina puede equivaler a una semana de viaje. Lo mismo sucede con la edad: cuanto más joven es uno, con mayor intensidad vive, más espacio sobra en su disco duro.

Valgan estas palabras para presentar la crónica del viaje a Marruecos de Yussuf Al Ibrahim, Giusseppe Casanova y Luciano Brindavino, un otoño de mediados de los 90. Una semanita de lo más intensa.

Debido a las contradictorias historias que se cuentan del viaje en cuestión, conviene aclarar que lo que viene a continuación es la versión de Brindavino.

Va pueh.

El viaje comenzó en Tánger, donde alquilaron un cuatro latas para moverse por el país. De ahí se dirigieron a Chauen, donde tenían prevista una sola noche, el tiempo justo para pillar un poco de haxaxa ta segi aurrera. Nada más aparcar el coche, les entraron unos chavalitos que se ofrecieron a cuidar el coche durante la noche. Casanova, que ya había estado antes en Marruecos, y por tanto era el encargado de Asuntos Exteriores, les dijo que vale. También le tocó a él establecer los contactos para conseguir buena mierda. Giusseppe, que se las sabía todas, la consiguió esa misma noche de primerísima calidad y, además, a buen precio, ya que le prometió al trapichero que a la vuelta volverían a por más (bola). A la mañana siguiente los tres amigos decidieron proseguir el viaje sin más demora así que, después del desayuno, se dirigieron al 4L. Allí esperaba pacientemente el chaval al que le habían encomendado su cuidado. El niño se acercó a Casanova con la mano extendida, pero no le dieron ni un dirham.

La siguiente etapa era Marraquesh, donde pensaban pasarse unas cuantas noches. En principio no tenían intención de contratar guía alguno, pero al final decidieron quedarse con un chaval, para que los demás dejaran de darles la chapa. Quedaron con él para la mañana del día siguiente, enfrente del hotel. El pobrecito, no sabía con quién se había juntado.

A la mañana siguiente, como habían acordado, el guía los estaba esperando en la puerta del hotel. Casanova y sus amigos tenían ganas de ir al zoco. Les hacía ilusión pasarse la tarde tomando el té en una tienda, regateando sobre cualquier cosa. Le dijeron por tanto, al guía, que les condujera por sus tortuosas y laberínticas callejuelas.

En este punto quiero aclarar una cosa. Supongo que el lector ya sabrá como se las gastan los guías marroquíes, pero lo contaré por si acaso: los guías acostumbran a llevar a sus clientes-turistas a tiendas con cuyo jefe tienen acordada una comisión.

Pero Giusseppe no era de ésos que se dejan camelar tan fácilmente. Imaginad la escena: el guía se ha adelantado un poquitín para señalarles la tiendecilla a la que los quería llevar y..., ¿qué hace Casanova? Pues ir justo a la tienda de enfrente. Al ver esto, el guía y el otro tendero, no sabían qué hacer con su amplia y acogedora sonrisa, con sus brazos abiertos.

Les dejaron pues, con la miel en los labios, para alegría del vendedor de enfrente, que recogió la sonrisa y los brazos abiertos que habían dejado sus compatriotas. No obstante, y a pesar de que se pasaron casi una hora en la tienda, no consiguieron que los invitaran a un té, que era lo que realmente buscaban. Pero, eso sí, Casanova volvió a dar buena muestra de su fama de regateador.

Y es que en el arte de regatear, Casanova era un maestro. Luciano recuerda su primer mandamiento:

-Si vas a regatear empieza por algo que no te interese demasiado y regatea con vehemencia. Demuéstrale al vendedor que realmente te interesa el producto; verás como apenas baja el precio de salida. Cuando lleves así un buen rato, como quien no quiere la cosa, pregúntale cuanto vale lo que realmente te interesa, quitándole importancia, como si lo dijeras por decir. Seguro que consigues un buen precio.

Pero volvamos a la tienda. A Casanova se le ha metido entre ceja y ceja (tampoco es que haya demasiado sitio), regatear por unas babucas. Así fue la negociación, más o menos.


Tendero: ¿Cuanto?
Casanoca: 60
Tendero (carcajada): ¡Tú estar loco!
Casanova: ¿Cuánto, pues?
Tendero (serio): 120
Casanova: 60
Tendero: 100
Casanova: 50
Tendero: 80
Casanova: 40
Tendero: ¿60?
Casanova: Ni hablar.

Vamos, que el tendero igualó la primera oferta de su extraño cliente para nada. Claro, no sabía que lo único que quería Casanova era tomar un té. Al final no se compró las babucas, las dejó para otro garito.

Cuando salieron de la tienda, después de media hora de intensa cháchara gestual, no había rastro del guía. Tampoco era para extrañarse. Entonces se dieron cuenta de que no sabían salir del zoco. Estaban literalmente perdidos. Para colmo, estaba anocheciendo y el cielo amenazaba tormenta. A los cinco minutos ya estaba cayendo lo que no está escrito y los tres amigos fueron a refugiarse en unos arkupes que había en una pequeña plaza. Pero no podían permanecer allí indefinidamente. La noche se echaba encima y los zocos son lugares sin ley a partir de cierta hora. No llevaban ni un minuto cuando a Luciano ya le entró el canguelo.

-Me siento observado ¿No tenéis esa impresión vosotros? -preguntó Brindavino a sus amigos.

-Hay que salir de aquí cuanto antes -aseveró Yussuff.

-Sí, pero ¿Hacia dónde? Si por lo menos tuviéramos un plano -A Luciano le temblaban las pantorrilas.

-No digas tonterías Luciano. ¿Qué ibas a hacer tú aquí con un plano, eh?

-Pues...

En ésas estaban cuando vieron a un chico joven que, al parecer, los había estado observando todo el rato, y les hacía señas para que lo siguieran.

-¿Qué hacemos? -Preguntó Luciano.

-Pues qué va a ser. Seguirle. No tenemos otra.

Yussuf tenía razón. Tenían que confiar en el chaval. No le conocían de nada pero era el único asidero al que podían agarrarse.

De modo que, en un plis-plas, se pusieron a correr detrás de él. En realidad podría haber hecho lo que hubiera querido con ellos. Pero no lo hizo. Les sacó del Zoco en poco más de cinco minutos. Se despidió con una sonrisa. No pidió nada a cambio. Una lección de cortesía.

Es evidente que los tres amigos no merecían semejante recompensa: mejor hubiera sido que aquel chico no hubiera aparecido, así este breve relato hubiera tenido su moraleja. Pero qué le vamos hacer. Sucedió así y ya está.

Pero estése tranquilo el lector. Pueda ser que la divina providencia no actúe con la rapidez de un SMS, pero tarde o temprano urde su venganza.

De eso tratará precisamente el próximo post, donde contaré cómo los tres chiflados pagaron uno por uno sus pecados.

Barojiana

Eran otros tiempos aquellos en los que los oficios se iban transmitiendo de generación en generación. Cada vez quedan menos ejemplos. Citaré uno: los Baroja.

Podría parecer que todo comenzó con Pío, pero no fue así. La sangre libresca le venía de familia. Su padre Serafín ya era escritor; su hermano Ricardo era pintor, pero escribió bastante.

No obstante, me atrevo a decir que las raíces sobre las que se asentaron tanto Pío, como sus sobrinos Julio y Pío, descansan en la casa que compró aquél en 1912: Itzea.




La casa, y su espléndida biblioteca (80.000 ejemplares en 2006) pasaron a manos de Julio Caro Baroja, y a la muerte de esté, a las de Pío Caro Baroja.

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A más de uno le podría parecer que los Baroja no son más que unos tíos aburridos que no sacan la cabeza de los libros. No son los únicos. Según cuenta Pío en sus Memorias, sus coetáneos veían a Pío como una persona gris, sin gracia, poco agradable al trato.

Cuenta Pío que Ramiro de Maeztu lo respetaba por miedo a que algún día escribiera alguna obra maestra. También rememora su encuentro con Unamuno en una estación de Madrid: ambos se habían montado en el mismo vagón del tren que iba a Irún. Por suerte para los dos no se intercambiaron las miradas. A los pocos segundos cada uno estaba refugiado en su compartimento. No se vieron en todo el viaje.

A Luciano, en cambio, le caía bien. Lo veía como a un tío que iba a su pedo por la vida.

-Ser escritor no implica ser majo y agradable, no implica gustar a los demás. Y leyendo sus novelas, me parece que aburrido es lo último que se puede decir de él. Para mí que, además de individualista y anarquista era vasco y, como tal, no era de los que dan rienda suelta a sus sentimientos con efusiones ni exageraciones, que veía ridículas. Y por ello pasaba por seco y soso. Pues qué quieres que te diga, a mí me pasa igual.

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Y ahora, si todavía tienes ganas de seguir leyendo, dos historietas barojianas. La primera está dedicada a Julio Caro y, por extensión, a todos los encuestadores filológicos que ha habido en este mundo. La segunda, una curiosa anécdota que describe Pío, otra vez en sus Memorias.


Encuestas filológicas

En otro post ya comenté lo a gusto que asistía Luciano a las clases de lingüística románica de Jon Juaristi. Más de una vez se refirió en sus clases a su etapa de encuestador: se había pateado la Euskadi y la España profunda, buscando leyendas, palabras, sonidos, que descifraran el mensaje del puzzle de la historia. Les hablaba de sus excursiones con Mitxelena, y de que todo filólogo que se preciara debería formarse en el trabajo de campo. Tambíen les habló de Azkue, que nadie sabe aún de donde sacó tiempo para su monumental Orotariko Euskal Hitzegia. Lo mismo decía de Corominas, el padre de la lengua catalana moderna, el autor del imprescindible Diccionario Etimológico Español. Y qué decir de Menéndez Pidal, que fue el centro de las risas durante todo un curso cuando los alumnos se enteraron de que, en su viaje de novios, se había llevado a su mujer a un viaje en burro por Castilla Y León. A completar la Gramática Histórica se supone…

Y, cómo no, Juaristi siempre tenía un huequecito para Julio Caro Baroja. Decía de él que era un gran encuestador, de los mejores que ha habido. Alababa sobre todo el método que empleaba para entrar en confianza con los lugareños, y no sólo con el cura, como solía suceder frecuentemente. Tenía, al parecer, bastante facilidad para el dibujo y se solía poner en la plaza del pueblo a dibujar el ayuntamiento o lo que le tocara enfrente. De este modo, la curiosidad empujaba a la gente a acercarse a Julio Caro, para ver qué estaba dibujando. Y a su vez, éste tenía una excusa para conocer de primera mano a las gentes del pueblo, que eran las que verdaderamente le interesaban.


La justicia es ciega

La justicia es ciega. No le falta razón a esa frase tan manida. Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, puede tener diferentes interpretaciones. Me explico.

1 La justicia es ciega: en USA, un preso negro y pobre, y un preso blanco y rico, ante un mismo delito, tienen las mismas posibilidades de ser electrocutados.

2 La justicia es ciega: no sólo ciega. También fría, implacable, distante…, como muestra, un botón de la chaqueta de Pío Baroja:

A finales del siglo XIX había un francés, de apellido Polloe, que quería ser alcalde de Donostia. Pero no tenía derecho a ello debido a su nacionalidad. No obstante, un abogado amigo suyo le dijo que había una manera de burlar la ley. Le propuso ir al barrio de Egia, acompañado de un notario. Allí, junto al cementerio, había una caserón en ruinas que respondía al nombre de Solar de los Polloe. La puerta de entrada al Solar era inaccesible, ya que las escaleras de acceso habían desaparecido. No obstante, el abogado había ordenado a unos carpinteros que hicieran una rampa con unos tablones. Una vez lo hubieron hecho, le pidió al señor Polloe que subiera hasta la puerta. Una vez arriba, el abogado le dijo:

-Y ahora, señor Polloe, comience a descender por la rampa. Mientras tanto usted, señor Notario, escriba esto que le voy a decir ahora: El señor Polloe desciende directamente del Solar de los Polloe. Deje de escribir. Ya está, señor Polloe, ya puede ser usted alcalde. ¿Ve qué fácil?

Así, aprovechándose del doble sentido de la palabra Solar, el gabacho consiguió la nacionalidad y, de paso, la alcaldía de la Bella Easo.


Del mismo modo, Luciano Brindavino, a nada que abriera la puerta y se pusiera a bajar las escaleras, podría certificar que descendía directamente del Solar de Patxitrapero, valga la ambigüedad.

Vamos, lo que yo decía, la justicia es ciega, y además, hay veces que no se entera de ná.

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Post-Post: En Pipienea no había ningún ejemplar de las Memorias de Baroja, de modo que las citas son de memoria y, por ello, puede que en más de un caso inexactas. Descubrió el libro en la Biblioteca de Algorta junto a los restantes volúmenes de sus Obras Completas. Estaba justo encima del ayuntamiento; su sala principal era enorme y tenía más de diez mesas infinitas a disposición de lectores y estudiantes. Paradójicamente, el espacio destinado a los libros era ínfimo, comparado con las dos bibliotecas del Zumarretxu. ¿Por qué? Pues porque para almacenar los libros utilizaban un sistema de estanterías rodantes, que se superponían unas a otras, y que permitían, por un lado, más espacio para los lectores y, por otro, no tener la mitad de su patrimonio libresco durmiendo en un almacén, como en un sitio que yo me sé.

-¿Eh, Luciano?

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Más sobre los Baroja en este blog:

- Sobre Pío Baroja y su Zalacaín: Mendia vs. lautada
- Sobre Ricardo Baroja y Gente del 98: La vuelta al mundo de Locosueño

Berdin do

Jakingo al du etorkizuneko emakumeak, erratza zer den? Egunkaria irakurriko al du gosaltzen duen bitartean?

Eta gizonak, erratza pasako al du sofaren atzean? Armairuen sekretua ikasiko al du?

Hori guztia lortzeko bidean al zeuden euskaldunak?

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Bazen behin Zumarretxun emakume gaztez osatutako talde bat: Berdin Do. Zumarretxuko Gazteleku berriaren babesean sortu zan mende honen hasieran. Taldea osatzen zuten neska gazteak, saiatuak, nekaezinak, bere zainetan zeramaten XX.mendeko hasierako sufragisten odola.

Adela eta Luciano beti bueltatzen ziren etxera, ostiraleko txikiteotik, Berdin Doren paskinen batekin: bilera beterako deialdia zabaltzeko, tratu txarren kontrako manifa konbokatzeko, azken tratu txarra salatzeko... Urretxuko Euskal Jaian ere karroza ateratzen zuten.

Beste lore eder bar Gaztelekuaren oasian. Salbuespena, herri hedonistan.

Neska adoretsu horien aurretik, beste nesken taldea ere izan zan Zumarretxun, 80 hamarkadan. Hori ere Gazteleku zaharraren inguruan sortu zen: kasualitatea. Agian ez zuten izan Berdin Dokoen fundamentua, baina bere emetasuna inongo konplexurik gabe adierazten ikasi zuten. Urtero Errioxara joaten zien autobusean, bertako ardoa dastatzera, haien mutil-lagun, nobixo edo pretendenientetatik libre.

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Kasu horiek ikusita, ez zirudien Zumarretxun mugimendu feminista ankamotz geratzen zenik. Baina hortik kanpo, ba al zegoen ezer? Zerbait aurreratu al zuen belaunaldi berriak?

Ba bai, noski, gauza asko. Esaterako, gero eta gizon gehiago ikus zitekeen betidanik emakumeenak ziren eginkizunetan. Arlo horretan ere bide asko egiteke bazegoen ere, Lucianok ez zuen uste errua gizonaren pasibitatean soilik bilatu behar zanik; emakume askok ere, batez ere 50. hamarkadaren aurretik jaiotakoak, rol matriarkal horretan eroso sentitzen ziran, ez baitzuten besterik ezagutu.

-Gizon zein emakumeak subkontzientean ditugun aurreiritziak sahiestearren, mentalitatea birplanteatzea ezinbestekoa da. Eta horretan gizarte osoa inplikatu behar da.; batez ere, iritzi publikoan indarra duten eragileak.

Ez pentsa Brindavino konklusio horietara bere kabuz iritsi zanik, ezta gutxiagorik ere. Ikuspuntua, Gernikan aspaldi ezagutu zuen emakume argi batengatik jaso zuen gure kaikuak.

Eta argumentazioa janzteko aukeratu dituen honako egoera hauek ere ez ditu Lucianok asmatu, hain dira arruntak, egunerokoak:


Gizon eredugarriaren balada

-Ikusi al dezu zein trebetasunarekin hartzen zituen Iñakik haurtxoak? Izeba Joxepi eta Izeba Prantxiska prest zeuden 24 orduak bien artean egiteko, baina Iñakik gaua berak egingo zuela esan du. Ze fiña den, ze zortea duen Ainarak! Etxean ere nahikotxo laguntzen omen dio. Atzo goizean, bidegorritik nindoala, balkoian ikusi nuen arropa isekitzen.

Gauza bera gertatzen da umeak pasiatzera ateratzeko orduan. Ama, ikusi ere ez; aita, berriz...

-Zein irudi kutuna, aitak semea paseatzen !

Modu berean, ilea zuritzen hasi zaion Iñakiri, betiko topikoa...

-Ile zuriak erakargarriago egiten zaitu; (gainera, horrela ez zaizu ilea eroriko).

Neskari tokatzen bazaio, aldiz, bizitzaren ordu gehiegi pasa beharko ditu ileak isilpean tintatzen.

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Lucianok uste zuen laudorio horiek ez zutela batere laguntzen berdintasunaren bidean.

-Garai berriak naturaltasunez hartzen ez diren heinean, berdintasuna hitz hutsala izaten jarraituko da, politikariei hainbeste gustazten zaien horietakoa.

Udaltzainena

Patxitraperori eskainia


Badira blogariak, Brindavino kasu, haien lanarekin zerikusirik duena alde batera uzten dutenak. Blogari horiek, milaka istorio eta burutapen dituzte lanarekin lotuta. Ni izan beharko naiz, beraz, posta udaltzainei eskainiko diona.

Lucianok, udaltzainak baino lehen, haien pantaloiak ezagutu zituen. Izan ere, bere aitak, Zumarragako udaltzainen pantaloiak egin izan zituen 80ko hamarkadaren erdira arte, gutxi gora-behera.

Pantaloi horien erruz datoz, ene uste apalean, udaltzain izateak dakarren gurutzerik handiena: uniformea jantzi beharra.

-Aita, zergatik daramazu jantzi hori?

-Herria zaintzen ari naizelako, Ane, horrela denek jakingo dutelako nor naizen.

Beste erantzun hau ere eman lezake:

-Ez pentsa gustatzen zaidanik. Lanak horretara derrigortzen nauelako janzten det.

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Udaletxea zaintzeaz gain, telefonistaren lana betetzea ere tokatzen zaie sarritan:

ring ring ring!

-Udaltzaingoa atsaldeon…

-Berdin. Beitu, Urolako trenaren ordutegirik ez al dozue izango? Aspaldi baserritik jaitsi gabe eta ez dakit eskutan daukadana indarrean egongo dan ala ez.

-Itxaron momento bat ikustea noa….

(Argi dago; zeuk asmatutako erantzuna nerea baino zuzenagoa da)

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Eta posta amaitzeko, udaltzainen beste bi buruhauste, eta hoien neurriko istoriotxoa.

Buruhausteak aurrena.

1 Jendeak nahi duen tokian aparkatzen du kotxea, bai presaz dabilelako edota kriston azal lodia duelako.

2 Aparkaleku eskasia arazo larria bihurtu da azken urteotan, batez ere erdigunean.


Eta orain, pasadizoa:

Aurreko mendearen azken urteetan gaude, Zumarretxuko Aristi zelaian. Egia esan, Luciano itxuak Celay Aristi deitzen zion toki horri, eta gero Telediarioko aurkezleari parre egin ere, Aítor edo Beasaín esaten zuenean.

Aurrena, blog honetan jarraipena izango duten pertsonai bi aurkeztuko ditut: Yusuff Al Ibrahim eta Giusseppe Casanova. Biak Zumarretxuarrak dira, eta poliki-poliki haien izaera ezagutuko dugu.

Yusuff Al Ibrahim eta Luciano Brindavino Aristi zelaiko banku batean zeuden eserita ; Tinoren kioskotik gertu, zinemari begira eserita, ekaineko eguerdiaren ederra dastatzen ari ziren. Parrokiko kanpandegiak hamabiak jotzen ari zirenean, cientotreintayuno bat agertu zan frontoiaren atzekaldeko bidetik.

-Badator Casanova –esan zuen Yussufek.

Bitartean, Giusseppe Casanovak zinemaren pareko espaloira igo zuen kotxea, errepidea libratzeko. Kotxea itxi gabe (zertarako?), Luciano eta Yussufen bankura jo zuen. Lanetik atera berria zen, eta gustatzen zitzaion, bazkaldu aurretik, lagunekin berriketan aritzea.

Handik bost minutura udaltzain bat Giussepperen kotxera hurbildu zen. Harek, kotxea kendu behar zuela adierazi zion Casanovari keinuen bidez. Horrek, mantso-mantso bankutik jaiki eta kotxera hurbildu zan. Kotxea espaloitik atera eta aldapan behera jo zuen. Hamabost bat metro eginda zituela, kotxea geldiarazi zuen. Atea ireki eta kotxetik atera zan, panorama ikustea; udaltzainaren arrastorik ez. Orduan, kotxera bueltatu, atzerako martxa sartu eta kotxea lehengo tokira bueltatu zuen gure Giusseppe maltzurrak.

Udaltzaina ez, ez zan berriro agertu. Beno, agian bai, eta gero ezikusiarena egitea erabaki. Baina bueltatuko balitz ere, zer egin zezakeeen? Casanova handiari aurre egin? Isuna jarri? Kotxeari zepoa jarri?


A ze kuxidadea!