Barojiana

Eran otros tiempos aquellos en los que los oficios se iban transmitiendo de generación en generación. Cada vez quedan menos ejemplos. Citaré uno: los Baroja.

Podría parecer que todo comenzó con Pío, pero no fue así. La sangre libresca le venía de familia. Su padre Serafín ya era escritor; su hermano Ricardo era pintor, pero escribió bastante.

No obstante, me atrevo a decir que las raíces sobre las que se asentaron tanto Pío, como sus sobrinos Julio y Pío, descansan en la casa que compró aquél en 1912: Itzea.




La casa, y su espléndida biblioteca (80.000 ejemplares en 2006) pasaron a manos de Julio Caro Baroja, y a la muerte de esté, a las de Pío Caro Baroja.

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A más de uno le podría parecer que los Baroja no son más que unos tíos aburridos que no sacan la cabeza de los libros. No son los únicos. Según cuenta Pío en sus Memorias, sus coetáneos veían a Pío como una persona gris, sin gracia, poco agradable al trato.

Cuenta Pío que Ramiro de Maeztu lo respetaba por miedo a que algún día escribiera alguna obra maestra. También rememora su encuentro con Unamuno en una estación de Madrid: ambos se habían montado en el mismo vagón del tren que iba a Irún. Por suerte para los dos no se intercambiaron las miradas. A los pocos segundos cada uno estaba refugiado en su compartimento. No se vieron en todo el viaje.

A Luciano, en cambio, le caía bien. Lo veía como a un tío que iba a su pedo por la vida.

-Ser escritor no implica ser majo y agradable, no implica gustar a los demás. Y leyendo sus novelas, me parece que aburrido es lo último que se puede decir de él. Para mí que, además de individualista y anarquista era vasco y, como tal, no era de los que dan rienda suelta a sus sentimientos con efusiones ni exageraciones, que veía ridículas. Y por ello pasaba por seco y soso. Pues qué quieres que te diga, a mí me pasa igual.

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Y ahora, si todavía tienes ganas de seguir leyendo, dos historietas barojianas. La primera está dedicada a Julio Caro y, por extensión, a todos los encuestadores filológicos que ha habido en este mundo. La segunda, una curiosa anécdota que describe Pío, otra vez en sus Memorias.


Encuestas filológicas

En otro post ya comenté lo a gusto que asistía Luciano a las clases de lingüística románica de Jon Juaristi. Más de una vez se refirió en sus clases a su etapa de encuestador: se había pateado la Euskadi y la España profunda, buscando leyendas, palabras, sonidos, que descifraran el mensaje del puzzle de la historia. Les hablaba de sus excursiones con Mitxelena, y de que todo filólogo que se preciara debería formarse en el trabajo de campo. Tambíen les habló de Azkue, que nadie sabe aún de donde sacó tiempo para su monumental Orotariko Euskal Hitzegia. Lo mismo decía de Corominas, el padre de la lengua catalana moderna, el autor del imprescindible Diccionario Etimológico Español. Y qué decir de Menéndez Pidal, que fue el centro de las risas durante todo un curso cuando los alumnos se enteraron de que, en su viaje de novios, se había llevado a su mujer a un viaje en burro por Castilla Y León. A completar la Gramática Histórica se supone…

Y, cómo no, Juaristi siempre tenía un huequecito para Julio Caro Baroja. Decía de él que era un gran encuestador, de los mejores que ha habido. Alababa sobre todo el método que empleaba para entrar en confianza con los lugareños, y no sólo con el cura, como solía suceder frecuentemente. Tenía, al parecer, bastante facilidad para el dibujo y se solía poner en la plaza del pueblo a dibujar el ayuntamiento o lo que le tocara enfrente. De este modo, la curiosidad empujaba a la gente a acercarse a Julio Caro, para ver qué estaba dibujando. Y a su vez, éste tenía una excusa para conocer de primera mano a las gentes del pueblo, que eran las que verdaderamente le interesaban.


La justicia es ciega

La justicia es ciega. No le falta razón a esa frase tan manida. Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, puede tener diferentes interpretaciones. Me explico.

1 La justicia es ciega: en USA, un preso negro y pobre, y un preso blanco y rico, ante un mismo delito, tienen las mismas posibilidades de ser electrocutados.

2 La justicia es ciega: no sólo ciega. También fría, implacable, distante…, como muestra, un botón de la chaqueta de Pío Baroja:

A finales del siglo XIX había un francés, de apellido Polloe, que quería ser alcalde de Donostia. Pero no tenía derecho a ello debido a su nacionalidad. No obstante, un abogado amigo suyo le dijo que había una manera de burlar la ley. Le propuso ir al barrio de Egia, acompañado de un notario. Allí, junto al cementerio, había una caserón en ruinas que respondía al nombre de Solar de los Polloe. La puerta de entrada al Solar era inaccesible, ya que las escaleras de acceso habían desaparecido. No obstante, el abogado había ordenado a unos carpinteros que hicieran una rampa con unos tablones. Una vez lo hubieron hecho, le pidió al señor Polloe que subiera hasta la puerta. Una vez arriba, el abogado le dijo:

-Y ahora, señor Polloe, comience a descender por la rampa. Mientras tanto usted, señor Notario, escriba esto que le voy a decir ahora: El señor Polloe desciende directamente del Solar de los Polloe. Deje de escribir. Ya está, señor Polloe, ya puede ser usted alcalde. ¿Ve qué fácil?

Así, aprovechándose del doble sentido de la palabra Solar, el gabacho consiguió la nacionalidad y, de paso, la alcaldía de la Bella Easo.


Del mismo modo, Luciano Brindavino, a nada que abriera la puerta y se pusiera a bajar las escaleras, podría certificar que descendía directamente del Solar de Patxitrapero, valga la ambigüedad.

Vamos, lo que yo decía, la justicia es ciega, y además, hay veces que no se entera de ná.

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Post-Post: En Pipienea no había ningún ejemplar de las Memorias de Baroja, de modo que las citas son de memoria y, por ello, puede que en más de un caso inexactas. Descubrió el libro en la Biblioteca de Algorta junto a los restantes volúmenes de sus Obras Completas. Estaba justo encima del ayuntamiento; su sala principal era enorme y tenía más de diez mesas infinitas a disposición de lectores y estudiantes. Paradójicamente, el espacio destinado a los libros era ínfimo, comparado con las dos bibliotecas del Zumarretxu. ¿Por qué? Pues porque para almacenar los libros utilizaban un sistema de estanterías rodantes, que se superponían unas a otras, y que permitían, por un lado, más espacio para los lectores y, por otro, no tener la mitad de su patrimonio libresco durmiendo en un almacén, como en un sitio que yo me sé.

-¿Eh, Luciano?

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Más sobre los Baroja en este blog:

- Sobre Pío Baroja y su Zalacaín: Mendia vs. lautada
- Sobre Ricardo Baroja y Gente del 98: La vuelta al mundo de Locosueño

2 comentarii:

DAVID ELGEA spunea...

bonito post. a ver si me animo a escribir uno , que tengo el blog un poco abandonado. por cierto... hoy nos hemos visto en izaga, habia quedado con tu hermano para ver un local, y ! por fin ! hemos encontrado uno muy majo y a buen precio. ahora podre trabajar en mis maquetas. cuando quieras ven a visitarme. te queda cerca y las visitas en el taller se agradecen

Anonim spunea...

¡Qué gran noticia, eb!

En buena hora, además, ya que ahora que no hace frío y hay más luz, estaréis más a gusto fabricando tesoros.

Me pasaré por allí el viernes por la tarde. Te lo confirmo por correo.

Un saludo


Luciano Brindavino