Entrega a domicilio

Finalmente, Brindavino decidió que no merecía la pena pasarse medio post poniendo a parir a la empresa que decía que le estaba arreglando su pecé.

Así que pensó en dedicarle su tarde y su curiosidad a otra cosa. Como alguien le había dicho que no había nada mejor que leer la letra pequeña de los contratos bancarios para quitarse la mala leche, no se le ocurrió otra cosa que ojear la propaganda que acababa de recoger del buzón.

Antes de tirarlos a la basura, le gustaba echarles un vistazo, a ver si había algo que no sabía que necesitaba.

De este modo llegó hasta una página dedicada a lavadoras y frigoríficos,


y allí, algo llamó su atención:

La empresa vendedora ofrecía un servicio de entrega a domicilio. Estaban dispuestos a hacer la entrega en 24 horas a cualquier punto de Gipuzkoa, y si no cumplían, te regalaban lo que habías comprado.

Hasta ahí todo bien.

Pero la curiosidad le llevó más lejos.

Observó el anuncio con más atención y se fijó en la graciosa figurita que acompañaba la espléndida oferta.

Zoom, por favor.


Esto vieron los ojos de Luciano:

Niño (o enano) de raza negra corriendo como una bala con una lavadora a sus espaldas.

Brindavino no sabía hasta qué punto esta hipótesis suya se correspondía con la realidad. No obstante, tenía una razón de peso para apoyarla. Nada menos que una experiencia en la vida real que tenía que ver con el asunto.

Pipienea's Non-Fiction Entertaiment

Hace ya muchísimos años, allá por otoño de 2005, Adela y Luciano se fueron de compras a Barakaldo, a una conocida empresa de muebles a bajo precio. Se pillaron unas baldas que no les cabían en el coche y se acogieron al servicio de entrega a domicilio. Allí todo fue bien. Acordaron la fecha y la hora de entrega (viernes, de 9:00 a 14:00) y se volvieron tan campantes.

Pero llegó el viernes, y les dieron las nueve, las diez y las once...

las doce, la una, las dos...

Cuando dieron las dos en punto Brindavino llamó a la empresa distribuidora y le comunicaron que el transporte ya estaba en el pueblo, sólo le faltaba buscar la calle.

y las tres...

Y ahora creo que en la canción de Sabina venía algo del anochecer, pero lo que no venía ni pa dios eran los de las baldas. Mientras miraba por la ventana, Brindavino pensaba en los pobres transportistas, perdidos en los inmensos bulevares y avenidas de Zumarretxu.

y las cuatro...

y a las cuatro y media por fin alguien llamó a la puerta y creo que la abrió Luciano. Frente a él, dos tíos, fuertotes, resoplando.

Brindavino no quiso hurgar demasiado en la herida de la tardanza y, siempre tan pánfilo, decidió echarles una mano. Así que bajó con ellos hacia el camión donde estaban las baldas. En el camino tuvieron una conversación parecida a ésta:

-Ya os ha costao venir pues...

-Sí, es que estamos con mucho trabajo. No damos abasto. Todavía tenemos que ir a Donostia a hacer tres entregas, y luego a Oiartzun, y luego a Bera...

-Pero si tengo entendido que acabáis la jornada a las dos...

-Sí, pero ya ves, en una mañana no nos da tiempo a todo y tenemos que meter horas extra por el morro.

Brindavino y los currelas ya están en el camión, uno de ellos le pregunta a Luciano:

-Oye, ¿Sabes por dónde se va a Donostia? Es que estamos un poco perdidos.

-Es muy fácil, cogéis esa carretera que veis ahí y seguís las señales. -Luciano estaba alucinando. Aquellos hombres, recorriendo a tientas un país que sólo los quería como esclavos. -¿Queréis un mapa? Os puedo dejar uno de carreteras de Euskadi, tengo unos cuantos. Arriba os lo doy.

Y así fue, Brindavino arrancó el mapa de Euskadi de una vieja agenda y se lo entregó a las dos personas que, ahora ya me permite decirlo, también eran de raza negra, uno sudamericano y el otro del Africa Subsahariana,

Y lo más curioso era que, a pesar de todo, nunca dejaron de

sonreír.

The New Basque Ghetto?

XXI. mendeko hasiera hura aldaketa nahiko eraman zituen Adela eta Lucianoren herrira. Euskal Herri osoan bezalaxe, etorkin berri asko bizitza berri baten bila zijoazten Afrika, Hegoamerika eta Europako ekialdetik.

2006eko hasieran aldaketa horiek pil-pilean zeuden eta horiek ez zitzaizkien denei gustatzen. Izan ere, gaizkile eta lapurreten igoera etorkinen gehikuntza horri atxikitzen zioten askok eta askok.

Bilboko alkateak, esaterako, prest zegoen garai hartan nabajeroei aurre egiteko, eta horretarako gaizkile antza zuena atxilotu eta katxeatuko zuela agindu zuen. Azkuna jaunarekin ados izango ziran ziur, azken egunotan Zumarretxun lapurretak jasan zituzten denda zein partikularrak. Betiko kontue, zeozer duenak estatus kuoa defendatzen saiatuko da; ezer ez duenak, ordea, ez du ezer arriskuan jartzeko ardurarik.

Modu honetan, Europa eta Estatu Batuetako lehentasuna segurtasuna bihurtu zen. Migrazioen eta pobreziaren sustraiak aurkitu eta zuzendu beharrean, ate sendoak eta poliziak fabrikatzea erabaki zuten.
Guzti horrek integrazioari ateak itxi eta marginaltasunarenak ireki zituen.

Ghettoak sortzeko arriskua beraz, aurrerago Estatu Batuetan jazo zen bezalaxe, Reaganen garaian. Garai hori The New American Ghetto argazki liburuan isladatzen du Camilo José Vergarak. Vergarak EEBBren aurpegi ezkutua dakar gurera. Chicago, Boston zein New Yorkeko gutxiengoen bizi baldintzak aztertzen ditu. Orri honetako argazkiak liburu horretatik ataratakoak dira.

Datorren argazkian burni-denda dugu eta bere jabea. Atea zein lehioa altzairuzko sare batez daude inguratuta. Fijatu ezkero, bere ondoan defentsako txakurraren hortzen gosea ere soma daiteke.



Argazkian ikusten den bezala, delinkuentzia barrio pobreenetara mugatu zen; aberatsak haien auzo berdeetan lasai lasai zenbiltzan bitartean, pobreek zuten guztia galtzeko etengabeko arriskua zuten.

Brindavinok beldur zen ia hemen ere halakorik ez ote zen gertatuko; beldur benetan, ordura arte oso lasai bizi baitzen etxeko atea giltzarik gabe ixten, bai eta noizbehinka kotxea itxi gabe gau osoan kalean utzita.

Ez litzaioke batere gustatuko, esaterako, Kamioi honen jabe izatea.

PD: Orri hau irekitzen duen argazkia, Bronx-en atera zen. Autoreak halako azpititulua eman zion: "Motela deitzen zaion putetxea".

Besterik gabe, Antibula Zaharretik.

Gero arte.

Intermitencias chinas 1

Ciclos, carros y motocarros

La foto que veis aquí la sacó Brindavino una mañana de verano de 2005, en pleno centro de Sanghai. No se le ocurrió otra cosa que plantarse en la mitad de la carretera para sacar una foto a los conductores que esperaban a que el semáforo se pusiera verde. Estamos en una calle neurálgica de la segunda ciudad China, en la que sólo está permitido el tráfico de vehículos de dos ruedas.

Acostumbrado a vivir en un país en el que todo el mundo tenía coche, Brindavino se encontró de repente en una ciudad, en un país en el que apenas había coches particulares; en Shanghai, por ejemplo sólo se veían taxis.

Pero a lo que iba. Que le tenemos a Brindavino esperando, disfrazado de Anacleto, sacando fotos indiscretas.

No se ha quedado a gusto con la primera foto. Después de volver a la acera ha decidido volver sobre sus pasos. pero... ¿Qué hace? No me extrañaría que en cualquier momento alguno le pegue un toque. ¿A quién se le ocurre? ¡Un occidental metiéndose donde no le...

...Espera!

¡Kontuz Luciano kontuz!




Este Luciano cómo es...

Ya la ha vuelto a montar. El de la moto granate le ha soltado algún insulto mandarín con el que parece que sus compañeros de asfalto están de acuerdo. Si no llega a ser porque el semáforo se ha puesto en verde hoy no estaría yo aquí glosando estas intermitencias.

Así que Brindavino consiguió salir de ésta y pudo seguir con su reportaje gráfico. La verdad es que material no le faltó. Y hasta llegó a una conclusión y todo:

- Los chinos pueden llevar a cuestas hasta su propia casa.

- Y si no me creen vean, vean...



Maldan Gora

La serie cuatro fotos que viene a continuación fue sacada en Suzhou, una ciudad cercana a Shanghai famosa por sus canales, aunque a Adela y a Luciano no les parecieron para tanto. Sí fliparon cuando junto a ellos pasó este tipo con su carro.

El lector puede fijarse en el esforzado ciclista, aislarlo de su carga,



atender al esfuerzo de sus piernas, a su torso encorvando sobre el manillar,



le podría parecer Eddie Mercx ascenciendo las ultimas rampas del Galibier,



Pero no.

Aquí no hay premio que alivie...



...su pesada carga.


Tracción humana

China es un país de contrastes. Por ejemplo, en Suzhou, una ciudad que está hermanada nada menos que con Venecia, acoge en su seno a una ingente cantidad de marginados, la mayoria de los cuáles son ancianos. Éste no se ha jubilado todavía.







Adela y Luciano se encontraron en Quilin con una pareja de ancianos. La mujer hurgaba en un basurero en busca de botellines de agua. Mientras tanto, el hombre trataba que los botellines no se le salieran de la bolsa. La mujer sacó un botellín y se lo dió a su compañero, pero éste no acertaba a que entraran todos. Y así abandonaron la plaza, dejando la fragancia de su tristeza en las almas de Luciano y Adela.



La mesa de billar

Este última serie la sacó Brindavino desde un autobús, durante su estancia en Quilin. Estaban Adela y él sentados en la ultima fila, Brindavino estaba mirando por la ventana trasera, cuando se encontró con la pieza maestra de su reportaje:

¡Mira patrás, Adela! ¿Ves lo que yo?


- Fíjate lo que lleva ese en su triciclo, ¡Nada menos que una mesa de billar!



-Menos mal que es cuesta abajo y no tiene que dar pedales...



- Pero cuando llegue una cuesta...


¡That's all folks!

La números lisérgicos de Gandalf y Luciano

Cuando era veintegenario Brindavino metió bastantes horas en la calle. Cabe afirmar sin temor que el lugar que más frecuentó en esos años fue el gaztetxe de su pueblo, el Ku, que de esta guisa lo llamaban. En aquella época el tiempo no valía nada y se pasaba tardes enteras con su cuadrilla jugando a cartas. Al principio jugaban a dinero: el treintaytres, el julepe; aunque acabó triunfando el tute cabrón entre cinco con pinte en mesa. A ese juego acabaron llamándole Kutreluks, y aún hoy se puede ver alguna partida en The Intrepid Fox los viernes por la noche.

Pero había veces que hasta del Kutreluks se aburrían y entonces se inventaban juegos o cambiaban las normas de uno que ya existía.

Y ese fue el caso que os quiero contar hoy. Resulta que estaban Brindavino y Gandalf una tarde inmensa de ésas de joven, de ésas en las que daba tiempo a todo, y a alguno de los dos se le ocurrió jugar a un juego de aquellos clandestinos del instituto, el de los números heridos.

El juego consistía en que cada uno se apuntaba un número de tres cifras y lo ocultaba. Entonces uno aventuraba un número y el otro le decía qué números aparecían en la posición exacta (muerto) y cuáles aparecían pero no en su lugar (herido).

Transcribo aquí, para que se entienda la mecánica del juego, el comienzo de la partida:

Nº de Luciano: 280 (doscientos ochenta).
Nº de Gandalf: 531 (quinientos treinta y uno).
L pregunta: Ochocientos tres (803).
G responde: un herido.
G pregunta: Setecientos cuarenta (740).
L responde: un muerto.

Y estuvieron jugando un rato; hasta que a uno de los dos se le ocurrió una idea.

- ¿Por qué no cambiamos un poco las normas del juego? Podríamos probar a cambiar los números por otros sonidos algo más sonoros.

Y se pusieron a ello.

Tras un buen rato y risas aún mejores, salió algo así:


1 frash 10 frashenta 100 frashientos 1000 plof

2 pim 20 pimienta 200 pimientos 2000 pim plof

3 cali 30 calienta 300 calientos 3000 cali plof

4 vix 40 vixenta 400 vixentos 4000 vix plof

5 gras 50 grasienta 500 grasientos 5000 gras plof

6 val 60 valenta 600 valientos 6000 val plof

7 lam 70 lamenta 700 lamentos 7000 lam plof

8 torm 80 tormenta 800 tormenta 8000 torm plof

9 jül 90 jülienta 900 jülientos 9000 jül plof

1.000.000 kataplof 2.000.000 ali kataplof


De manera que, una vez hecho el cambio, la partida que habían echado antes quedaría de la siguientes manera:

Nº de L: 280 (pimientos tormenta).
Nº de G: 531 (grasientos calienta y frash).
L pregunta: tormentos cali (803).
G responde: herido frash.
G pregunta: Lamentos vixenta (740).
L responde: muerto fr...

Antes de continuar se pasaron media hora desatornillándose de la risa.

Para terminar aprovecho, en nombre de Luciano, para invitar a la Sociedad de Loterías y Apuestas del Estado a que el año que viene adopte su sistema para su sorteo navideño.

- Por lo menos sería más divertido, eso seguro.

- Y si no, mirad como quedaría el gordo de este año que acaba de terminar, cantado por los inefables niños de San Ildefonso:

- Con que ya sabes, si quieres impresionar a tus amigos y amigas, que pasen una buena tarde de risas, ¡deja de lado el trivial y el pictionary y vente al maravilloso mundo de los números lisérgicos!

Un problema doméstico

Hay veces que me pregunto qué demonios tenía Brindavino en la cabeza, tales eran las insignificancias a las que dedicada su tiempo. Valga de ejemplo este botón:


Luciano decía tener un problema metafísico a la hora de tender la ropa. El problema, según él, estaba en las bragas tanga de Adela. Me explico: por aquel entonces se pusieron de moda una especie de bragas minimalistas que dejaban al aire el trasero del que se las pusiera y, cuando Brindavino se disponía a tenderlas, no acertaba a dar con el punto por el cual colgarlas. Vamos, que el tío las estudiaba por todos los lados posibles, como se hace con las esculturas de Oteiza; pero por muchas vueltas que les diera lo único que conseguía era un buen mareo. Las agarrara por donde lo agarrara, no daba con el punto G. El kakarrasto podría ser una buena pista, pero Adela era una chica muy limpia.

Cuando comentó el asunto con su compañera, ésta le respondió que no era tan difícil, si uno se fijaba bien en las disposición de las costuras.

No obstante, Luciano no las tenía todas consigo, así que decidió averiguar por medio de su bitácora que opinaban sus lectores.

Así que ya sabéis chicos y chicas, monstruos y monstruas, a ver si le arregláis a Brindavino su problema metafísico.

Síntomas

Ilustración de Steve Ditko en The Comics Journal 258 (feb. 2004).


Aquel cuatro de enero a Luciano Brindavino le dio por ponerse enfermo. Adela y Locosueño se encargaron de que nada lo molestara, y por la tarde, después de una ducha, ya se sintió mejor. Vestido con pijama y bata y con la casa calentita, Brindavino se sentó a pensar qué demontres le pasaba. Luciano había aprendido que el cuerpo no se ponía enfermo por que sí, que estaba avisando de que algo iba mal en su organismo. Por eso había aprendido a desconfiar de aspirinas, nolotiles y termalgines, ya que lo único que hacían era reprimir la rebelión y las protestas de su organismo.

Así que Luciano decidió escuchar lo que le decía su cuerpecito y oyó cómo, desde el talón hasta el último pelo de la cocorota, le suplicaban que les cuidara un poco más. Se propuso indagar en las causas de la rebelión -estaba claro que los excesos navideños no les habían gustado nada-, cuando de repente le vino a la memoria una ilustración de Steve Ditko que le había llamado mucho la atención en su tiempo. Se trataba de la ilustración que abre este blog y Brindavino la había comentado hacía años de esta manera en su diario.


En mi opinión hay que interpretar la viñeta de forma simbólica, como si de una alegoría se tratase. En la ilustración aparecen cuatro personas sobre una roca de gran tamaño de cuya estabilidad depende su subsistencia. Si la mole se desmorona les espera el abismo, simbolizado por una mancha negra. Estas personas bien podrían representar a una colectividad más o menos grande (Canetti lo llamaría muta), aunque también podría representar a la humanidad en general. Ellos no saben que la roca está a punto de resquebrajarse y de venirse abajo; no disponen de la misma información que nosotros, los espectadores.

Por un lado, los tres de la izquierda están analizando unos fragmentos aparentemente superficiales. Creen que se trata de un problema superficial. El cuarto, situado al otro extremo de la roca, no las tiene todas consigo, teme que esos desprendimientos aparentemente superficiales puedan esconder un daño en la estructura de la roca.

Esta viñeta debe de valer como muestra de lo que se puede llegar a hacer valiéndose de un género tan marginado y humillado como el del tebeo. En un estilo directo y desaliñado, Steve Ditko consigue decir tanto como Muñoz Molina en Plenilunio, por poner un ejemplo, y eso que la novela no me disgustó.


Pero esta vez no era el aspecto artístico de la ilustración lo que interesaba a Brindavino; inmediantamente corrió al espejo del baño y vio unos ojos amarillos, una piel verdosa; tocó con las llemas de los dedos las escamas que le iban saliendo en las comisuras y tras las orejas. Inmediatamente cogió el teléfono y pidió consulta para el día siguiente con el médico de cabecera. No fuera a ser que…

El asesino anda suelto

Durante aquellos primeros días del año 2006 en todos los sitios se hablaba de lo mismo. Los medios de comunicación bombardeaban al consumidor con consejos de cómo, cuándo y por qué dejar el pitillo; y en los estancos, compañías tan poderosas como Phillip Morris repartían folletos con eslóganes así:


Información de Phillip Morris sobre cuestiones importantes relacionadas con el consumo de tabaco:

-Fumar es adictivo y peligroso.

-Los menores no deben fumar.

-El humo del cigarrillo contiene miles de sustancias químicas.

-Dejar de fumar reduce considerablemente el riesgo de contraer enfermedades.

-No piense que los cigarrillos con menores contenidos en alquitrán son más seguros o mejores para usted.

Y finalmente, de manera falaz y rastrera, le dedicaron más de la mitad del folleto (16 págs.) a responder a la siguiente pregunta:

-¿Es posible fabricar un cigarrillo menos nocivo?

Brindavino se encontró con un folleto de éstos cuando fue a echar la loto a un estanco. En casa, ya más tranquilo clamó estas palabras a los techos con goteras, mientras Adela y Locosueño dormitaban en el sofá de la sala de armas:

- ¿Qué pasó, che? ¿Acaso se volvió el mundo del revés? ¿Acaso tenemos que hacerle caso a ésos, con lo que se han forrado enganchando a adolescentes que querían ser como James Dean? No me creo nada. Es más, me dan ganas de volver a fumar con nuevo ímpetu.

Pero no. En vez de eso extrajo de una estantería un periódico viejo que había guardado con gran cariño, y volvió a leer el artículo que le ayudó a dejar de fumar, aunque a su pobre autor de nada le valiera.

El siguiente extracto fue publicado en el diario EL PAIS, un 3 de abril de 2003, un día después de la muerte del gran pequeño Terency del Nilo (el artículo se publicó originariamente en junio de 2000).


YO FUI ESCLAVO DEL TABACO (Terency Moix)

(…) Con mi enfisema debidamente diagnosticado, continué consumiendo el veneno y reduciendo mi calidad de vida al mínimo, por no decir a la nada absoluta. Nunca faltaron excusas. ¿Cómo iba a escribir una sola página sin mis aliados, los cigarrillos? Pero los Ducados no me han convertido en Joyce ¿Cómo hacer el amor sin aspirar, después, una calada, como hacían las heroínas de nouvelle vague? Pero no se me presentó la oportunidad, porque gracias al tabaquismo entré directamente en la impotencia sexual, con el consiguiente deterioro de mis relaciones de pareja.

(…) La adicción es la trampa mortal. Y lo es en un grado que no he conocido en cosa alguna. Como mucha gente de mi generación –los blessed sixties-, yo fumé hierba en cantidades adecuadas, le di a los hongos, al peyote y un poquito al LSD. En resumen, cosas ideales para escuchar a Ravi Shankar y comer membrillo. ¿Por qué olvide la hierba y todo lo demás –Ravi Shankar incluido-, y en cambio los Ducados han permanecido a mi lado, año tras año, día a día, minuto a minuto? ¿De qué poderosa materia estaban hechos esos diablillos para irme convenciendo de que eran amiguetes cuando, de hecho, eran mojones en mi camino hacia el desastre? Son más poderosos que cualquier droga, pues mientras me convertía en adicto, en obseso, en esclavo, me hacían creer que me estaban ayudando. Pero ¿a qué? (…)

(…) Una pintoresca pulmonía doble vino a completar el cuadro. Y a mayor peligro, más tabaco. Enlazo con el principio: he visto a la Muerte cara a cara. No era como la de Ingmar Bergman, negra, ni como la de Woody Allen, blanca. Era azul, como un paquete de Ducados, y cada vez que en la clínica me agujereaban venas y arterias para introducirme sueros o sondas, o yo qué coño sé, imaginaba que me estaban incrustando cigarrillos. Después de todo es lo que había estado haciendo yo mismo durante 40 años.

(…) Ninguna reforma conseguirá devolverme el trozo de pulmón que me falta, por no hablar de deficiencias cardio-vasculares, sexuales y algunas bendiciones más. Mi falta de voluntad me ha convertido en un medio hombre. Y todo gracias a Tabacalera Española, que me presentó a mis asesinos cuando tenía la tierna de edad de 16 años y no estaba en condiciones de reconocer los variopintos disfraces de la Muerte.

Derrotero del poeta Jon Andoni Goikoetxea

¡Estoy exhuberante,
kuá, kuí!

Jon Andoni Goikoetxea, Colección de Perlas, La Galleta del Norte (Barakaldo 1993)


Luciano Brindavino conoció a Jon Andoni Goikoetxea cuando, a principios de los 90, éste fue a Zumarretxu a leer sus poesías, acompañado de otros miembros de La Galleta del Norte, legendario taller literario de la margen izquierda. Allí les esperaban algunos miembros de un efímero colectivo con inquietudes artísticas llamado Hits & Fits banda.

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El recital que ofrecieron tuvo dos partes. Los teloneros, entre los que se encontraba Brindavino, fueron cuatro miembros del grupo local. Leyeron unos poemas de Gimferrer. Después le tocó a Goiko el turno de recitar sus poesías. Los que asistieron a la velada jamás olvidarían la declamación florida, contundente de aquellos poemas donde las palabras parecían cobrar nuevo sentido. Se les ofrecía un lenguaje totalmente nuevo que bebía de las aguas del instinto para hacerse universal.

PLAN

Plán, plí
Plán, plí
¡Plán!

Plán, plí
Plán, plí
¡Plán!

Plán, plí
Plán, plí
¡Plán!

¡Plán!
¡Plán, plán,
plán, plan!


Desde aquel día Brindavino no tuvo más noticia de su vida y obra. Se conformó con releer con deleite la Colección de perlas, escuchar la cinta con los poemas recitados por el maestro y, cómo no, recitar sus poemas con sus amigos en las cenas de cuadrilla. También propuso a varios grupos de rock local que incorporaran algunos fragmentos de la Colección de perlas a sus pruebas de sonido. Y así, del martilleante uno, dos, uno, dos, probando…, repetido hasta la saciedad, se pasó al, por ejemplo:

¡Katapaltú!
¡Katapaltú!
¡Katapaltú!

¡Bron! ¡Bron! ¡Bron! ¡Bron!



Pero todo cambió el primer día de 2006. La casualidad hizo que a Luciano le diera por ordenar sus cosas y que en una caja de farias se encontrara con la foto de familia de aquel recital (ver foto, Goiko está a la izquierda del todo). Después se le ocurrió mirar en el google a ver si había alguna referencia a Goiko y, mira por dónde, entre la marea de Jon Andonis Goikoetxeas futbolistas, apareció uno poeta en la coctelera. Así que se adentró en la página y allí se llevó la primera alegría del año. ¡El poeta baracaldés seguía en activo! El 18 de noviembre, sin ir más lejos, actuó en la sala Plexiglás de Bilbao.

Luciano se prometió en adelante estar al loro por si al poeta se le ocurría dar otro bolo y se despidió deseando para todos un año de amistad y armonía.