Auge y caída del jeque Babá

Vaya por delante que este post se lo iba a dedicar al Carnaval. Pero no ha podido ser debido a que el sábado de carnaval de 2006 fue algo atípico para Luciano y Adela.


Resulta que coincidía con el concierto de homenaje a Kike Turmix en la sala Jam de Bergara y Adela prefirió no disfrazarse. Brindavino iba disfrazado de Babá, un jeque multimillonario en busca de carnaza para sus harenes. Llevaba a modo de icono un palo en una de cuyas extremidades destacaba un barril de petróleo brent. En el barril se podía leer el siguiente lema: el petróleo es mi dios.

De la cuadrilla de Luciano y Adela tampoco se disfrazó nadie. En Zumarretxu si que había bastante gente disfrazada, pero estuvieron poco rato. Había unos, que se disfrazaron de talo, que estaban muy bien.

En la sala Jam tampoco había mucha gente disfrazada. O sí; no lo sé. El hecho es que casi todo el mundo iba de negro, de ese negro de los conciertos macarras.

El concierto, como ya he dicho, era un homenaje al incombustible Kike Turmix. En la web Kike Forever!, aparece toda la información referente a este homenaje, además de todo lo imprescincible para comprender a este personaje único e irrepetible. La recaudación estaba destinada en su totalidad a su familia. Y al día siguiente, domingo 19 de febrero, sus amigos exparcieron sus cenizas en aguas de deba, el pueblo donde nació.

Como merecía la ocasión, todo salió a pedir de boca: la sala estaba repleta para la ocasión; el ambiente era el de las grandes noches; Los grupos se entregaron sobre el escenario y, como colofón, el ambiente tanto en los camerinos como en los servicios fue de gran compañerismo. A todo el mundo se le hicieron cortas las cuatro horas ininterrumpidas de rock trepidante donde no hubía lugar para baladas. Rock en estado puro, hasta sus últimas consecuencias, el mismo que había defendido Kike en vida.

Ya desde las primeras bandas, el jeque Babá llamó bastante la atención del personal a cuenta del barril: lo blandía como una bandera sobre las cabezas de los espectadores y esto despertó la curiosidad de algunos. Así, estuvo charlando con un tío muy majo, amable y educado, alto y rubio, con acento francés y el pelo a lo Strummer. Se llamaba Laurent y venía de Dax. Sólo días más tade Brindavino se daría cuenta de que había estado charlando con un componente de los Jerry Spider Gang.

Entre banda y banda, también estuvo disertando con un fiel seguidor de los Pleasure Fuckers. Los había visto bastantes veces en directo, y estaba encantado con cómo estaba marchando el concierto. Como el jeque no estaba muy puesto en el tema, le puso al día sobre la actualidad del grupo: entre otras cosas, comentó la posibilidad de que la banda se volviera a juntar, ya que se habían sentido muy a gusto en los ensayos. Pero había un problema: ¿cómo encontrar un cantante que sustituya al incomparable Turmix?

Además, tuvo ocasión de hablar con una peña que había venido de Catalunya para ver el concierto. Uno de ellos repartía este collage, a la gloria de Kike, un verdadero carnaval del universo macarra:




El jeque Babá aceptó encantado el collage y como el tío le cayó bien le ofreció su tarjeta de presentación, no fuera que estuviera interesado en vender a su novia.

Pero poco a poco, el personal se fue cansando del barrilito del jeque Babá. Pronto se percataron de que nada tenía que ver con el homenaje a Kike, y el ambiente se fue enrareciendo. El primer toque se lo dieron un par de tíos que estaban grabando el concierto con sus cámaras digitales. Al parecer no les gustaba que un barril se interpusiera alegremente entre su objetivo y su objetivo. Por el momento la cosa no fue a mayores. Hasta que a Babá le pareció oír, a unos que tenía detrás, no sé qué de darle fuego a un barril; poco más tarde unas quinceañeras alteradas intentaron arrancarle la chilaba.

Viendo las pocas posibilidades que tenía de establecer un califato en Bergara, el jeque se deshizo del barril en cuanto tuvo ocasión y decidió confundirse entre el personal.

El olor del petróleo acabaría delatándolo.

La anorexia mata, pero estás gorda

Teniendo en cuenta la influencia que tienen los media en la sociedad, no está mal que de vez en cuando presten atención a enfermedades sociales que, por otra parte, siempre han estado ahí. Así, desde el año 2005 parece que se pusieron de acuerdo en poner en portada todos los casos de maltrato doméstico en los que hubiera una víctima o por lo menos unos cuantos navajazos. Nos guste o no, así funciona la cosa.

Aunque está claro que ese interés no nació de la nada. Obedecía a la presión social y al trabajo de movimientos feministas.

Y aquel febrero de 2006 volvió a suceder algo parecido: aprovechando la pasarela Cibeles, la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y la Bulimia (Adaner), sacó un comunicado en el que pidió que se tomaran medidas contra la exhibición de modelos de delgadez extrema en las pasarelas.

De modo que ahora la gente comenzaría a hablar del problema. Durante una semana se convertiría en el tema de conversación y se hundiría nuevamente en las catacumbas del anonimato.

Así que ya hablaré de él cuando se pase de moda, que entonces hará más falta.

Ahora voy a tratar de poner de moda denunciar el tratamiento que le dan los media a estas enfermedades sociales. Es decir, que la denuncia (noticia), y lo denunciado (publicidad) ocupen un mismo espacio informativo.

Valgan como muestra estos dos ejemplos de incoherencia imperdonable. Y lo más triste es que éste es el pan nuestro de cada día. Describiré lo que Luciano vio en las dos únicas páginas que, sobre la polémica de la talla 38, visitó al azar en el google:

1 Página de informativos telecinco.

- Titular de la noticia:

Adaner denuncia el canon de belleza exhibido en Cibeles y exige respeto a la talla 38

- A la derecha, la siguiente “noticias relacionadas”:

La tercera jornada de la pasarela Cibeles ha tenido una clara protagonista: Raica Oliveira. La modelo, más conocida por ser la novia del jugador del Real Madrid Ronaldo, desfiló con un diseño de Antonio Pernas muy escotado y que dejaba al descubierto su pecho. Con él arrancó los aplausos del público, entre el que se encontraba su pareja.

2 Página de noticas de ozu

- Titular de la noticia:

Modelos para no copiar.

- Y al final, cómo no, unas cuantas noticias relacionadas. He elegido ésta:

Pepe Navarro mantiene una relación amorosa con Vicky Martín Berrocal según la revista Diez Minutos.

- Inmediatamente después viene una sección titulada “anuncios google”. ¿A qué no sabéis qué enlaces traía? Pues éstos:

a) Cómo adelgacé 29 kilos en dos meses, sin pasar hambre y sin sentirme como una fiera enfurecida.

b) Pierda peso: ¿está harto de probar todo? Consígalo para siempre y sin dietas. (tunuevafigurapuntocom)

c) Controla tu peso ahora: controla la ansiedad y normaliza el apetito. Rápidos resultados. (
siluetaesbeltapuntocom)


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Esto me recuerda a algo parecido que sucedió en el programa de radio preferido de Adela y Luciano:

La casa de la palabra estaba dirigida y presentada por Roge Blasco, un veterano de las ondas que por aquel 2006 celebraba los veinte años de otro programa, esta vez semanal, llamado Levando Anclas. Era éste un programa de entrevistas dedicado al viaje y la aventura que llevaba emitiéndose ininterrumpidamente desde 1984, y que se hanía convertido en un referente para una generación de vascos. Al principio se emitía de 12 a 2 de la madrugada, pero a finales de los 90 (creo), gracias a su fiel audiencia, le pusieron en prime time (de 10 a 12).

La casa de la palabra también era un programa de entrevistas, pero trataba temas relacionados con la aventura, otros mundos, autoconocimiento, ecología, vida natural...

Para Luciano y Adela era una gozada encender la radio a las nueve, con la cena recién puesta y dispuestos a dejarse llevar a donde Roge tuviera a bien.

Sin embargo hay veces que se consiguen unas cosas pero se pierden otras. Y así pasó en este pasaje que os quiero contar.

Sucedió una de esas noches de invierno en que Luciano y Adela escuchaban el programa mientras cenaban en la cocina. Por aquel entonces en La casa de la palabra se habían empezado a emitir anuncios entre entrevista y entrevista. Luciano recuerda dos de ellos: uno de una cadena de supermercados, y otro de una empresa especializada en ropa de piel.

Está claro que ninguno de estos dos productos tenía nada que ver con los oyentes potenciales de La casa de la palabra. ¿Vaya publicista de pacotilla!

Pero aquella noche fue más triste aún: van y ponen el anuncio de las empresa de ropas de piel, justo después de entrevistar a un activista contra el tráfico de pieles. ¡Toma ya!

Estoy seguro de que Roge nada pudo hacer para que se emitieran los anuncios en su programa. Pero sí me gustaría que alguien le comprara unas gafas graduadas a quien ha decidido que en Radio Euskadi lo que más importa son la adudiencia y los anuncios.

Antes no era así. Y Luciano, qué queréis que os diga, en ese sentido escuchaba más a gusto la Radio Euskadi de antes que la de entonces. Prefería aguantar de nuevo al inefable Herranz o levantarse con Torrelledó dando las temperaturas de Haro y San Asensio, a que Roge tuviera que soportar aquella afrenta a los principios sobre los que había sustentado su trayectoría periodística.

A alguien le podría parecer que no era para tanto, pero Brindavino estaba en que esos anuncios habían herido la dignidad de La casa de la palabra y eso, según Luciano, era más importante para Roge que la emisora en la que trabajaba, que tan sólo era un medio de comunicación, un puesto de trabajo. Además, ze demontre!, cuando terminaba la entrevista siempre les ponía una cuña publicitaria a sus entrevistados: les pedía su dirección, su teléfono, su e-mail, para que pudieran enseñar sus diapositivas por los pueblos de Euskadi, o vender sus libros o revistas...

Así que Roge quedó disculpado, y Luciano y Adela le siguieron escuchando.

Pero alguien tenía que denunciar esa incoherencia de los media, que es tan dañina como la enfermedad social que pretende curar.

Salud.

La casa muerta

En sus cada vez más esporádicas excursiones a Bilbao, Luciano y Adela solían dar una vuelta por las siete calles y, siempre que podían, visitaban la libreria libertaria Likiano en la calle Ronda; después seguían hacia la plaza Unamuno para tomar un tentepié en el Muga.

Allí, además de comer y beber, también solían echar mano de algún fanzine: el Cretino solía ser uno, y el otro la revista que abre este post, el Ekintza Zuzena. Por medio de esta revista Luciano se mantenía al tanto de la actualidad de la lucha libertaria; quizá para tratar de olvidar que se había convertido en la antítesis del libertario, que aquel periodo vital suyo había caducado. Fuera como fuere, se pilló el número 36, que era el que acababa de salir. Le dedicaba un suplemento a las cárceles, en el que se analizaba la situación de la lucha.

Mientras le incaba el diente al sandwich vegetal, escuchando completo un disco de los Eddie & The Hot Rods, Brindavino se sumergió en las penumbras de la casa muerta.

En sus páginas tuvo noticia de la situación del preso Hamed Hamed Belaid, un anarquista que lleva más de 5000 días de aislamiento, lo que es desde todo punto de vista ilegal.

También se enteró de que dos de los solidarios que en 1996 cortaron los cables que transportaban el hormigón desde la presa Itoiz (paralizaron un año la obra), estaban en la cárcel. Ibai Ederra estaba entre ellos. El 15 de marzo de 2004 fue detenido en un control de carreteras por la Policía Foral. Le condenaron a 4 años y dos meses por retener a un guardia de seguridad durante cinco minutos. Ahora está en la cárcel de Iruñea.

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Intermitencias de la casa muerta

Luciano tendría unos 7 años el día en que su primo se presentó en casa de sus padres después de salir a la calle por la amnistía de 1976. Le habían encontrado con propaganda 'subversiva' y por ello se tragó varios años de cárcel. Los ojos infantiles de Luciano vieron entrar por la puerta a un hombre de treinta años con aspecto envejecido por la barba y la melena rizada. Lo primero que hizo fue asomarse al balcón de la cocina, donde estaba el canario en su jaula. Abrió la puerta y el pajarillo hizo lo que mejor sabe hacer: volar.

A partir de ese primer contacto con el mundo de las cárceles, Luciano aprendió a respetar y a valorar el coraje de los que sufren los vicios de esta dictadura de los media a la que llaman democracia. Así, permanece todavía en su retina el recuerdo las imágenes que vio el la TV de las huelgas de hambre de los presos del IRA a comienzos de los 80; o aquel artículo en el Gara que escribieron las 8 madres de 8 'presuntos' terroristas etarras que luego resultaron ser inocentes: las madres contaban que su hijo no era el mismo, que cuando los miraban a los ojos veían un pozo sin fondo, un abismo que antes no existía.

También solía oír, en los primeros 90, La ley de la calle, un programa de Arturo Pérez Reverte al que acompañaban un quinqui y un policía, y que se emitía los viernes de 12 a 2. Tenía una sección de cartas y mensajes de contestador en la que daban la voz y la palabra a las presas y presos. Una vez que el PP llegó al poder, cómo no, decidieron sustituirlo por un poco más de Real Madrid y Barcelona.

Más tarde llegaría la hora de las obras artísticas basadas en experiencias reales en la cárcel: en este saco se encuentran películas como La fuga de Alcatraz, Papillón o Mc Vicar (protagonizado por Roger Daltrey).

En cuanto a la literatura y la historieta gráfica, aquí van tres referencias que me parecen interesantes.


A pesar de que hacía por lo menos un lustro que se lo había leído, El peregrino de las estrellas (Valdemar) de Jack London había dejado un poso muy profundo en Brindavino. Todavía no había olvidado el nombre del protagonista, Darrell Standing, ni el de sus compañeros de celda, Openheimer y Ed Morrell. En esta novela, la portentosa imaginación de Jack London se pone al servicio de los más oprimidos. Su pluma era tan versátil, que además de escribir los Best Seller que le permitieron vivir de la escritura (léase Colmillo Blanco y la mayoría de sus cuentos), también escibió desde los margenes: Gente del abismo (El viejo Topo, 2001) es un viaje por el Londrés más pobre de finales de siglo. London visita como reportero los slums, unos barrios en los que viven hacinadas miles de personas en condiciones infrahumanas. También es autor de una novela política, El talón de hierro (Hiru), donde anticipa el capitalismo aniquilador de las grandes poderes económicos estadounidenses, que se pasaban por el forro todos los derechos de la clase obrera, ayudados de sus pocos escrúpulos y de las mentiras encubiertas de cotizadísimos abogados. Jack London dejó de lado la ficción en John Barleycorn (Valdemar), en el que nos cuenta sus memorias alcohólicas, su relación con el alcohol, que acabará con su vida cuando tan sólo contaba 40 años. Las últimas páginas de este libro son un emocionado libelo contra Barleycorn, de cuyo peligro advierte a las generaciones futuras.




En la prisión (Ponent Mon), de Kazuichi Hanawa, es una novela gráfica en la que su autor cuenta su experiencia en varias cárceles japonesas. Fue detenido en diciembre de 1994 por tenencia de escopetas de modelismo, a las que estaba aficionadísimo desde que era adolescente. Hanawa nos invita a su mundo carcelario con un estilo costumbrista; se interesa por los detalles nimios, inadvertibles, que conforman la rutina cotidiana: listas de la ropa, menús semanales, la comida, los horarios. El dibujo nos adentra en las celdas, la disposición de los muebles,el patio, en el centro de trabajo...


Y he dejado para el final las Memorias de la casa muerta (Alba) de Fedor Mikhailovich Dostoievski. Está basado en los ocho años de condena a trabajos forzados en Siberia a los que fue condenado el escritor en 1849. Se trata de una obra de juventud, pero en ella ya se advierte la capacidad de penetración psicológica del autor de Los demonios (Alianza). A pesar de la censura que se autoimpuso por las falta de libertad de expresión, a través del protagonista, un burgués vulgar llamado Alexánder Petróvich, vamos conociendo las parte más humana y frágil de sus compañeros de celda: los códigos secretos, la sempiterna afición al vodka, las ilusiones que los sotienen en el inframundo... El libro no vería la luz hasta 13 años después de su ingreso en la cárcel, cuando Dostoievski tenía ya 41 años.

Revueltas y barricadas parisinas

Buenas. Hoy toca hablar de revueltas populares. No sé por qué. Brindavino jamás participó en ninguna. Sólo se arremangaba cuando lo cuestionado era mero perogrullo, y soltaba en alguna manifa algún gritito que sólo él oía pero que tranquilizaba su conciencia. Por lo demás, se quedaba siempre en casa calentito. Y cada vez le dolían más prendas en reconocerlo.

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Pero qué le vamos a hacer, a Luciano le interesa hablar de las barricadas. Comencemos por aclarar qué es una barricada, según el DRAE.

Barricada. (Del francés barricade o del italiano barricata). Especie de parapeto que se hace, ya con barricas, ya con carruajes volcados, tablas, palos, piedras de pavimento, etc. Usado para estorbar el paso del enemigo, más frecuentemente en las revueltas militares que en el arte militar.

¡Carruajes volcados! Éste diccionario de la real academia es una momia ambulante...

Veamos qué nos dice alguien mucho más de fiar, el diccionario de español actual de Manuel Seco y Olimpya Andrés:

Barricada Obstáculo improvisado que sirve de parapeto, generalmente en una revuelta callejera.

Obstáculo improvisado. Me gusta. Ahí puede caber cualquier cosa. Nos quedaremos, pues, con esta definición.

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Las revueltas de noviembre de 2005

A mediados de aquella primera década del siglo XXI la situación social francesa estaba en plena ebullición. La primera semana de noviembre de 2005 la juventud inmigrante descargó su ira contra el sistema quemando todo lo que se encontraba por delante.

No hace falta que, en esta era globalizada, descubra a nadie lo que allí ocurrió. Si ya lo ha olvidado (en esta era globalizada las cosas se olvidan de un mes para otro, de una juerga para otra, de un disgusto para otro), no tiene más que mirar en la red.

Lo que le inquietaba a Luciano era que ya nadie hablaba del tema. Parecía que el problema había dejado, milagrosamente, de existir. Y mientras pensaba estas cosas volvió a recordar la ilustración de Joe Ditko que ya publicara en otro post. Esas revueltas juveniles no eran más que síntomas de un mal más profundo que se estaba incubando.

Las autoridades francesas habían optado por los métodos de disuasión: encarcelamientos masivos, deportaciones... A la larga la represión no vale de mucho: es un nolotil que permite al stablishment estar tranquilo durante un tiempo, pero tarde o temprano el mal que quiere ocultar acaba pasándole factura. Pero entonces andaban tranquilos: la ópera de la Bastilla y el Louvre seguían inmunes. Todavía se estaban colocando las primeras piezas del puzzle, y esa aparente seguridad tenía que pasar la prueba más difícil: la del paso del tiempo. Una revuelta puntual es muy fácil de sofocar si se tienen pocos escrúpulos; pero si una minoría unida está excluida y marginada, y es consciente de esa desigualdad y se une para conquistar lo que no tiene, si eso sucede, ningún gobierno podrá detener en el tiempo esa tendencia de la historia.

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Revueltas parisinas del XIX

Por otro lado, este interés de Brindavino por rescatar las revueltas parisinas de noviembre de 2005 provenía de su interés por el París del XIX.

Paris le debe mucho de su actual configuración a esas revueltas populares. El París del II Imperio (1852-1870), planificó la urbanización de París tal como hoy la conocemos. Con las calles más anchas es más difícil construir barricadas; es más difícil echar un piedra, dar en el blanco y esconderse.

A través Walter Benjamin se fue aficionando a esta época tan convulsa de la historia de Europa. También leía por aquel tiempo los cómics de Jacques Tardi (casi todos, por no decir todos, transcurren en París), y un tórrido verano de comienzos de este siglo, a la sombra de las hayas de Urbasa, en su chinchorro, descubrió Los Miserables de Víctor Hugo, que también le dedica algunas páginas a las revolución de julio del 1848 y, sobre todo, a la de 1832.

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A continuación recupero de esas lecturas lo referente a las revueltas populares del XIX y, más concretamente, a sus barricadas.

El texto:

Está adaptado de Los Miserables de Víctor Hugo (quinta parte, libro primero, capítulo primero). Digo adaptado porque la traducción deja bastante que desear, por lo arcaica, y porque hay fragmentos que me salto por que no vienen al caso. Víctor Hugo va a describir dos barricadas que se construyeron en lo que entonces eran los extrarradios de París: el barrio de Saint-Antoine y el del Temple.


Los dibujos:

Las ilustraciones las he escaneado de los cuatro volúmenes de El grito del pueblo (Norma Editorial/Casterman), un cómic de Jacques Tardi basado en la novela homónima de Jean Vautrin. Tardi pone su talento al servicio de las muchedumbre que el 4 de septiembre de 1870 asaltó la Asamblea Nacional, proclamó la República, dando inicio a la llamada comuna de París, que aguantó tres meses defendiendo su mensaje de libertad y justicia. El sacrificio de una generación por el bienestar de las generaciones futuras. Las ilustraciones que acompañan al texto están extraídas de sus cuatro voloúmenes.

Bueno, creo que ya está todo. Ahora sólo me queda callar e invitaros a viajar a las


Barricadas parisinas del XIX

Las dos barricadas más memorables que el observador de las enfermedades sociales pueda mencionar, no pertenecen al período en el que transcurre la acción de este libro. Estas dos barricadas, símbolos ambas, bajo dos aspectos distintos, de una situación temible, surgieron cuando la fatal insurrección de junio de 1848, la guerra callejera más grande que haya visto la historia.

Lo que sucedió en junio de 1848 fue, apresurémonos a decirlo, un hecho aparte y casi imposible de clasificar en la filosofía de las historia. Todas las palabras que acabamos de pronunciar, deben quedar aparte, cuando se trata de este motín extraordinario. Fue preciso combatirlo, y era un deber, pues atacaba a la República, pero en el fondo ¿qué fue junio de 1848? Una rebelión del pueblo contra sí mismo.



Una cerraba la entrada del faubourg Saint-Antoine; otra impedía acercarse al faubourg del Temple; las personas, ante cuyas casas resurgieron, bajo un hermoso cielo azul de junio, en aquellas dos terribles obras maestras de la guerra civil, no las olvidarán jamás.

La barricada de Saint-Antoine.

La barricada de Saint-Antoine era monstruosa. Tenía una altura de tres pisos y una anchura de setecientos pies. Cerraba de uno a otro ángulo, la vasta desembocadura del barrio, es decir, tres calles; abarrancada, dentellada, cortada en pedazos, con una inmensa grieta por almena, con sus puntales a guisa de baluartes, con sus salientes acá y allá, fuertemenete apoyada en los dos grandes promontorios de casas del arrabal, elevábase como una calzada ciclópea en el fondo de la terrible plaza que ha visto el 14 de julio. Diecinueve barricadas se sucedían en la profundidad de las calles, detrás de esa barricada madre. Con sólo verla se sentía en el arrabal el inmenso sufrimiento agonizante,de cuando ha llegado ese momento de apuro en que la desesperación quiere convertirse en catástrofe. ¿De qué estaba hecha esa barricada? De los escombros de tres casas de seis pisos, demolidas expresamente, decían unos. Del prodigio de todas las cóleras, decían otros. Tenía el aspecto lamentable de todas las construcciones del odio: la ruina. Podía decirse quién a construido esto? Y también podría decirse: ¿Quién ha destruido esto?

La barricada de Saint-Antoine echaba mano de todo; todo lo que la guerra civil puede arrojar de la sociedad, salía de ella. No era un combate, sino un paroxismo; las carabinas que defendían aquel reducto, entre las cuales había algunos trabucos, enviaban pedazos de loza, huesecillos, botones, hasta aldabadillas de las mesillas de noche: proyectiles peligrosos a causa del cobre.





A un cuarto de legua de allí, en la esquina de la calle del Temple, que desemboca en el boulevard, cerca de Château-de-l’Eau, si se sacaba atrevidamente la cabeza se percibía a lo lejos, más allá del canal, una pared extraña, que llegaba al segundo piso de las fachadas de las casas. Esta pared estaba construida de adoquines. Era recta, perpendicular, nivelada con la escuadra, tirada a cordel. Le faltaba sin duda el cimiento. Se adivinába la profundidad viendo la elevación. La cornisa era matemáticamente paralela a la base. De trecho en trecho se distinguía, sobre la parda superficie, troneras casi invisibles, que parecían hilos negros,

era la barricada del arrabal del Temple.

De vez en cuando, si algún soldado, oficial o representante del pueblo se aventuraba a cruzar la calzada solitaria, se oía un silbido agudo y débil, y el transeunte caía herido o muerto.





La barricada del arrabal del Temple, defendida por ochenta hombres y atacada por diez mil, resistió durante tres días. Todos sucumbieron, excepto el jefe, un hombre llamado Barthelemy.

Barthelemy era un pilluelo trágico que a los diecisiete años, tras ser abofeteado por un policía municipal, lo espió, le aguardó y le mató. De esta manera entró en presidio a los diecisiete años. Salió e hizo esta barricada. Tras escapar a Londrés, fue ahorcado allí por la justicia inglesa.

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Y después de leer esto uno se da cuenta de que nada se arreglará mientras la historia oficial considere que, depende de qué año se trate (1848 ó 2005), los revolucionarios sean héroes o desalmados.

La historia pondrá a cada uno en su sitio.

Larga vida.

Anatema

Paradojas de la vida: Luciano se hizo con esta Biblia rompiendo el octavo mandamiento.

De manera que cuando lo leía, cometía un pecado doble:


1 Pecado por robar.

2 Pecado de robar, no un libro cualquiera, sino nada menos que la Sagrada Biblia.

Pero eso fue ya hace mucho, y Luciano me pide que corra un tupido velo. No obstante, puede que ya sea tarde para eso: Seguro que Munilla ya lo ha apuntado en su libreta de direcciones, junto con el de otro blogero, debería decir blogari , que -dos días antes de la fecha que encabeza este post- cayó también en flagrante pecado.


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Se trata de una modesta edición de bolsillo de Alianza a la que Luciano no se pudo resistir. Sus mas de mil páginas cuasi-transparentes (papel de biblia creo que se llama), tienen la finura que le gusta a Luciano, casi la misma que el libro de Santa Teresa de Jesús de la editorial Aguilar, un recuerdo de su abuela Jacoba.

También le gustó porque no era como la Biblia que había en casa de sus padres -baño de oro en el canto de las páginas, tamaño Espasa-. A diferencia de aquélla era mucho más de fácil de usar, tenía un índice muy claro, y las notas a pie de página explicaban los conceptos desde un prisma científico y no teólogico, como estaba Luciano acostumbrado y educado.


A medida que lo fue degustando, un bocadito por aquí, un pinchito por allá, Luciano se fue encariñando con el libro; en él se contaban un montón de historias, a cada cual mas hardcore en el sentido actual del termino, con un estilo sencillo y práctico como los SMS de hoy en día.

Si dejamos de lado las chapas de Yahveh, es muy parecido a El Señor de los Anillos, sólo que no está de moda y ni siquiera a los de Jóllibo se les ocurre hacer un peli (serían miles y más de la mitad censuradas) sobre Adan, Eva y su descendencia.


Las trompetas de Jericó

Supongo que a muchos os sonarán esas trompetas, aunque sea porque la habéis oído como frase hecha. Por eso he elegido ese título. Y es que el fragmento de la Biblia que he elegido para esta ocasión habla de ellas, de las trompetas de Jericó. Se trata del libro de Josué, el primero de los libros históricos del Antiguo Testamento.

En aquel entonces las tribus judías estaban buscando una tierra donde asentarse, y para ello tenían de su lado a un superhéroe ante los que los de la Marvel no tienen nada que hacer: Yahveh. Para conseguir su objetivo, los judíos 'sólo' debían obedecer sus órdenes al pie de la letra.

No sé si lo que viene a continuación lo enseñarán en las sinagogas; sólo el imaginarlo me produce escalofríos.

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Antes de dejarte con el texto bíblico, aquí va, según el Drae, la definición de la palabra que titula este post, y que aparece varias veces:

Anatema: En el Antiguo Testamento, condena al exterminio de las personas o cosas afectadas por la maldición atribuida a Dios.
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Ahora sí, vamos a ver que nos cuenta la Biblia de la toma de Jericó:


Jericó consagrada al anatema

La ciudad será consagrada como anatema a Yahveh con todo lo que haya en ella: únicamente, Rajab, la prostituta, quedará con vida, así como todos los que están con ella en su casa, por haber ocultado a los emisarios que enviamos. (...)

El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió un gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres, mujeres, jóvenes y viejos, ovejas y asnos, a filo de espada.

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Pero pasa que aquí también hay algún pecador, llamado Akán...

Violación del anatema

Pero los israelitas cometieron un delito en lo del anatema. Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahveh se encendió contra los israelitas.



Lo que Akán hizo en realidad fue intentar salvar una familia del anatema, pero cuando Yahveh se enfada ya sabemos lo que pasa.

Al pobre Akán lo quemaron después de apedrearlo.

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Tras acabar con Jericó, Josué fue a por el reino de Ay.


El anatema y la ruina.

Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que consagró el anatema a todos los habitantes de Ay. Israel repartió solamente el ganado y los despojos de dicha ciudad, según la orden que Yahveh había dejado a Josué.

Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en desolación hasta el día de hoy. Al rey de Ay le colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta de sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del arbol. Lo echaron luego a la entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un montón de piedras, que existe todavía hoy.


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Desde que leí estos versículos sagrados, cada vez que digo ¡ay! me lamento doblemente:

1 Por el golpe que haya recibido.

2 Por el destino de los habitanes de la ciudad del mismo nombre.

¡Ayyyy!

Intermitencias chinas 2

A los chinos les pirrian los juegos de mesa. Por doquier se puede ver a gente jugando a cartas, al ajedrez, a los dados... se puede decir que, junto con el Tai Chi, es el deporte nacional. Si vas a un restaurante y los camareros están echando una partida en las mesas de la terraza es mejor que te vayas. La pasión por el juego les supera. En su descargo cabe decir que se pasan todo el día trabajando sin parar.

No obstante en aquel 2005 las cosas estaban cambiando en China: el país había entrado a saco en una época presidida por el capitalismo y las nuevas tecnologías se habían hecho omnipresentes en tan sólo una década. De modo que estaba naciendo una nueva generación que ya no tendría tanto tiempo para jugar en los parques, en el trabajo, o sobre la acera. De hecho, la mayoría de la gente que vieron jugando era mayor de cuarenta años. Y casi todos hombres.

Y mirado así, a Brindavino no le daba tanta pena que los tiempos cambiasen, no tenía más que pensar en esos bares heredados del franquismo, en los que la juventud de entonces aprendió a fumar y a decir bien alto:

- Akeita, txola ta txokorra!

Y mientras tanto la esposa, la madre, en casa, con los hijos, trabajando, sin tener tiempo para pensar dónde estaba y qué hacía su marido.

Pero volvamos a China, ya que nos espera otro reportaje fotográfico de Brindavino, esta vez dedicado al XianQi, el ajedrez chino.


Ajedrez en el parque de la ribera
Nuestros amigos se refieren a ese espacio de color anaranjado que corresponde a la provincia china de Yunnan. Kumning es la capital de esta provincia.

Kumning es una ciudad del suroeste de China, muy distinta de otras ciudades de occidente como Hanzhou o Sanghai. Lo único que les hermana es la densidad de población. Para empezar el clima es totalmente distinto; mientras en el occidente el calor del verano es agobiante, tropical, el clima de aquí es más parecido al de Euskal Herria. Quizá se deba a que está a 2000 metros de altura sobre el nivel del mar.

Hay más diferencias: la vida es más barata, los lugareños están más acostumbrados a tratar con extranjeros: hay numerosas minorías religiosas, musulmanes, tibetanos...

Pero vayamos sin más dilación a la ribera del río, de la mano de Brindavino, a ver cómo se las gastan por allí al ajedrez. La tarde de aquel 14 de agosto salió soleada y había bastante gente paseando o sentada a la sombra de los árboles.

Vamos a ver

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Ésos parece que están jugando a cartas

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No interesa, queremos ajedrez, afina la puntería Luciano


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Ésos también están jugando a cartas

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¡Qué de gente!

No sé a qué estarán jugando, pero por la mirada de los espectadores parece que está interesante.

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Sé más discreto Luciano, el de la izquierda ya te ha pilllao...

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Estos si que están jugando al XianQi. Si os fijais bien, veréis que el tablero, a diferencia del nuestro, es todo blanco. No hace falta esa distinción: las fichas se colocan en las intersecciones.

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La ficha hay que moverla con decisión; se posa con un gesto decidido, seco, como en el dominó. Si Luciano hubiera sido su contricante, se habría cagao por las patas abajo.

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Después del movimiento, la peña comenta la jugada. Sus palabras recuerdan a Luciano al ronquido de un león:

rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Y ésta es la última foto. Antes de marcharse, Brindavino agradeció a jugadores y espectadores la amabilidad con que le hicieron un huequecito. Cuando sólo llevaba un par de fotos, el jugador del chaleco perdió una partida, y le echó la culpa de la derrota; pero se le olvidó pronto y siguió jugando como si no hubiera un occidental entrometiéndose en su mundo.

Hasta aquí el acercamiento a la ancestral cultura del ocio china. Puede que otra vez me atreva con un juego muy curioso que Adela y Luciano pudieron ver en Longshen. Era un juego parecido al de los dados que conocemos por aquí, pero con monedas en vez de dados, y tazón de cerámica en vez de cubilete. Y de por medio, cambiando de dueño cada veinte segundos, mogollón de billetes. Pero eso tendrá que ser otro día.

PD: una semana después Luciano se apuntó a un cursillo de ajedrez chino y allí aprendió los rudimentos del juego. También se trajo algunos tableros para llegar a ser el mejor de su pueblo. Por si alguien le interesa hay un enlace muy majo sobre XianQi en la revista de ajedrez de la UNED, que cuenta la curiosa y antiquísima historia de este juego, y explica de manera clara y sencilla sus secretos.

Ban Thai, delicias thailandesas en Bilbao

Víctor Moreno, Leer con los cinco sentidos, Pamiela, Iruña, 2003.

Este libro que véis aquí está para comérselo. Su lectura supone emprender un viaje maravilloso por el mundo de los sentidos. Aunque en principio dirigido a maestros y profes de lengua, su contenido es una joya para todo el que tenga un poco de sensibilidad y amor por la lectura. Uno de los apartados está dedicado, cómo no, al gusto; ahí me he topado con un texto titulado “Ficha técnica del gusto” en el que Víctor Moreno estudia cómo se relaciona la persona con el papeo a lo largo de su vida. Aquí va un pequeño resumen que desglosa los gustos y disgustos culinarios por edades:


-Tres años: fase de neofobia (odio a lo nuevo); empieza a arrinconar zanahorias en el borde de los platos y a remolonear ante ciertos guisos.

-Siete años: la edad de la razón. Periodo de expansión. El niño se siente “mayor” y se comporta en la mesa como los mayores.

-Adolescencia: los gustos se desplazan hacia los salados, de los suaves a los fuertes. Se reinvindica la libertad. Alimentación desestructurada. Desde
Hamburguesas y refrescos gaseosos hasta yogures con ketchup, bocadillos de platano...

-Edad adulta: Los viajes y la variedad de acontecimientos templan el sentido del gusto, gana en matices gracias a la experiencia. Preferencia por los sabores fuertes.

Esta cita me viene al pelo para inaugurar esta sección dedicada al papeo. Y es que Adela y Brindavino estaban disfrutando en aquellos años de su llegada a la madurez culinaria.

Sus primeros pinitos fueron con la comida árabe. Como casi todo en la vida, fue una casualidad. Pillas un hostal en el barrio barcelonés de Graçia y te encuentras allí con el Oriente Medio en persona, pero en forma de restaurante. Los había a montones. El que más les gustaba a Luciano y Adela era uno muy pequeñito, libanés, el Karakala, en el corazón de Graçia (Torrent de l'Olla 136), donde además de platos exquisitos se sirve también un sobrio y noble vino libanés.

El último paso en su evolución culinaria lo provocó su viaje China en 2005, donde la comida acabó convirtiéndose en una obsesión. A la hora del desayuno ya estaban contando los minutos que faltaban para las doce.

Y así llegamos a febrero de 2005, al día 4, sábado -así lo tengo registrado en mi Brain-Pocket-. Esa fecha estaba marcada en el calendario de Merkalde SA que había en los fogones de Pipienea. Aquel día Luciano y Adela se habían propuesto una pequeña excursión a Bilbao para hacer dos cosas: la primera parte del día la iban a dedicar a la gastronomía y la segunda parte a... (Brindavino me dice que cambie de tema)

... a algo que resultó frustrante

Lo dejo así. No importa. Ya lo contaré en otro momento. Con eso me vale para lo que me interesa contar ahora:

Luciano y Adela en el Restaurante Tailandés Ban Thai

Este restaurante está en Bilbao, al final de la calle Autonomía partiendo desde Zabalburu. Habían escuchado una entrevista que Roge Blasco le había hecho a la persona que regentaba el negocio, y lo que oyeron les produjo tan buena impresión que decidieron ir en cuanto se presentara la ocasión.

De modo que aquel 4 de febrero, sábado, 1:30 PM, aparcaron a Galibier cerca del barrio de Iralambarri, detrás de la estación de Amezola, en unos pabellones industriales de fiesta. Aparcamiento gratis a punta pala a diez minutos del centro. Desde allí un pequeño paseo hasta llegar a las últimas manzanas de la avenida, oscuras y sucias, allí donde Bilbao pierde su nueva cara.









Pero allí hay una flor...,




...el restaurante tailandés Ban Thai.

Este es su Menú degustación

Ensalada Banthai

Nua Dad Diew
Filetes de ternera fritos con arroz glutinoso

Kiew Wan Kung
Colas de langostinos al curry verde

Khao Kai Nam Dang
Alas de pollo al estilo Ban thai

Khao Suei
Arroz blanco jasmin que acompaña a todos los platos, no debe faltar en ninguna mesa

Khao nhiao
Arroz blanco glutinoso

Postre a elegir
Precio menu por persona: 23 € + IVA (mínimo dos personas)

Y en esa flor entraron dos abejas con una inmensa curiosidad por degustar su miel.

Le he pedido a Luciano que haga una valoración de su experiencia gastrónomica. Él ha accedido encantado, claro, le he invitado a una cerveza.

-Me puse como el quico oyes, no dejamos nada en el plato. Si te digo que todavía estoy que no paro de echarme... (ejem, ¡Luciano!). En cuanto al orden de los platos... allí no es como aquí: primero, segundo y postre. Lo normal es que te saquen dos o tres platos a la vez, y si te tomas un menú degustación, como era nuestro caso, lo comes en dos tandas, de tres en tres. Así, primero nos sacaron los primeros dos platos y la ensalada; cada uno se echaba lo que quería a su plato, y lo iba comiendo con cuchillo y tenedor. Pan no había, aunque lo pidió una familia que teníamos al lado; sus niños estaban en plena fase neofóbica. En su lugar nos ofrecieron, en un vaso de mimbre, un arroz muy apelmazado, gomoso, que invitaba a cogerlo con las manos y a untar con él los restos de sabores que coloreaban el plato. De la segunda tanda me viene a la memoria, no sé por qué, un trozo de berenjena que se asoma en la sopa, y mi cuchara que lo atrapa; y ya en la boca, la esponjosa berenjena caliente y líquida entrando en contacto con mi lengua, con mi paladar, con mis papilas gustativas. Lo siento, se me fue la olla otra vez. ¿Dónde estaba?

Aquí.




-¡Ah, sí, el Ban thai! ¡Qué deleite! ¿El vino? Tienen un crianza de la casa más que aceptable. ¿La atención? Exquisita. La mujer que nos servía, probablemente thailandesa, nos atendió como un buen árbitro de fútbol, es decir, fue casi invisible. Mientras, el dueño, vasco él, se mantenía en un discreto segundo plano y recogía todo lo que ella llevaba de la mesa nada más bajar de la tarima donde estábamos sentados los comensales. Después de comer me hice el encontradizo con él y le comenté lo de que le había oido en la radio y tal. El me contestó diciendo que había mucha gente de otras partes de Euskadi e Iparralde que frecuentaban su restaurante y..., qué quieres que te diga Archimboldi, no me extraña.

Bueno y éste ha sido el menú del día del hoy. Otro día os deleitaré con un asado de perro, plato típico de la gastronomía antibulesa.