Intermitencias chinas 5

Huôche

Así se escribe ‘tren’ en pinjín. Seguramente una de las palabras más usadas por los chinos. Si quieres montar en un tren chino, además, tienes que aprenderte estas otras:

- huôche piào: billete de tren
- huôche zhàn: estación de tren
- yìngxí: asiento duro
- ruanxí: asiento blando
- yìngwò: litera dura
- ruanwò: litera blanda

¿Por qué el tren?

Hay muchas maneras de conocer China, un país enorme e inabarcable que ofrece infinitas posibilidades al viajero. A primera vista, la elección del tren como medio de transporte ofrecía para Luciano y Adela tantas ventajas como desventajas.

- Ventajas: más barato; no hay turistas; una de las mejores maneras de conocer el alma china.
- Desventajas: suelen ir llenos hasta la bandera; son incómodos y cansan bastante; limita los desplazamientos.

Está claro que en avión se puede estar en más sitios en menos tiempo, pero también es verdad que te estás perdiendo una de las partes más importantes del viaje: el viaje en sí.


Comprando billetes

Para un guiri, comprar billetes de tren en China es algo muy sencillo: vas a la agencia lo pides, te lo dan y ya está. No sucede lo mismo con los chinos, que tienen que pasarse toda una mañana en la estación para conseguir su billete.

Y tampoco pasó así en Kunming, cuando Adela y Luciano fueron a la agencia a comprar los billetes a Quilin. Allí les dieron un par de malas noticias. La primera, que sólo había billetes en asiento duro, es decir que no había ninguna litera. La segunda, que el sistema informático tenía alguna deficiencia y que no podían emitir billetes.

Así la cosas, Luciano tuvo que irse una mañana a la estación para intentar hacerse con ellos. Como ya conocía la de Shanghai, no le sorprendió tanto el gentío que estaba allí reunido. Cientos de personas hacían cola en filas larguísimas por la veintena de taquillas que había a lo largo de la nave. Eligió una fila al azar y esperó una media hora hasta que le llegó su turno. Pero allí no pudo conseguir el billete, ya que la taquillera, en un buen inglés, le dijo que se fuera a la taquilla nº 3. Sin embargo, en la taquilla nº 3 tampoco pudo conseguir lo que quería, ya que no había nadie atendiéndola.

Después de esperar un buen rato, desistió del intento y lo dejó todo para la tarde. Volvió, pues, a la cola de la taquilla nº 3. Esta vez sí que estaba la taquillera, y la cola era importante. Le tocó justo detrás de una chica joven que llevaba a su hijo de la mano.

Mientras se mentalizaba para una larga espera, Luciano observó cómo un tío trataba de colarse accediendo a la taquilla por el espacio preparado para que saliera el que ya había comprado el billete. A los cinco minutos ya había otros dos disimulones que habían seguido su ejemplo. Como quien no quiere la cosa, poco a poco se fue montando un tumulto en los alrededores de la taquilla, que Luciano aún veía lejos.

Para cuando Luciano llegó a las estribaciones de la taquilla, la cola ya no merecía tal nombre. A la izquierda había una cola improvisada de más de diez personas que forcejeaba con la cola legítima, la de la derecha, en la que aguardaba pacientemente Luciano.

Brindavino no daba crédito a lo que veían sus civilizados ojos. Apenas lo separaba un metro de la taquilla, pero desde la izquierda no dejaba de incorporarse gente que sustituía al que ya se había hecho con su billete; comenzaba a darse cuenta de que –si no quería pasarse allí toda la tarde- tendría que comenzar a usar él también sus dotes de persuasión.

Por un momento Luciano pensó en abrirse paso a codazos, como hacían los de la izquierda, pero su conciencia le impedía colar a la chica que iba con su niño. De modo que optó por centrar su posición para tratar de impedir el goteo de ‘disimulones’ y así facilitar a la madre el acceso a la taquilla. Luciano se concentró sobre todo en estorbar el avance de un tío que, por otra parte, no le hizo ni caso y lo esquivó con relativa facilidad. Entonces, Luciano metío la gamba: lo miró fijamente y comenzó a gesticular como un mono indignado, pronunciando unas palabras que sólo el entendía.

- Pero qué morro tenéis. La gente de bien esperando religiosamente a que llegue su turno, y vosotros riéndoos en su puta cara. ¿Así pensáis sacar adelante el país...?

Luciano esperó en silencio alguna mirada de aprobación entre la gente. Pero todos bajaron la mirada, incluso la chica, que permanecía inmutable. El disimulón le devolvió entonces a Luciano la perorata: le escupió su odio gritando alto, fuerte, para que todos oyeran no sus argumentos sino el tamaño de su ira traducido en decibelios.

Brindavino bajó la cabeza. No tenía derecho a cuestionar las costumbres de un pueblo extraño. Dejó que el disimulón se sacara su billete mientras le regalaba una mirada a lo Chuck Norris. Ese fue su único consuelo.


En el tren

Lo primero que llama la atención cuando te montas en un tren chino son dos cosas: la cantidad de gente que viaja en tren y lo largos que son los trenes. De lo primero te das cuenta nada más llegas a la estación. Cientos y cientos de personas esperan a que se abran las puertas para acceder a los vagones. Para lo segundo tienes que esperar a que éstas se abran, media hora antes de la salida del tren; si tienes la mala suerte de que tu vagón esté en un extremo, puede que tengas que andar diez minutos a paso ligero.

Pero en el tren hay muchas más cosas interesantes que convierten el viaje en una pequeña aventura:

Una de ellas consiste simplemente en disfrutar de los niños, los grandes protagonistas de los trenes chinos. El siguiente video corresponde al viaje de Dali a Kunming. Era de tan sólo seis horas, por lo que no se podían usar las literas. A los niños en cambio todo les está permitido, de modo que ellos sí que se podían subir para jugar a cartas, o simplemente para tirarse las almohadillas de un lado a otro.






También llama la atención la cantidad de gente que trabaja en un tren: hay un tío, por ejemplo, que se dedica a recoger toda la mierda que tiran los chinos; cada media hora ahí lo tienes, con su escobilla rastreando los rincones. Luego está el encargado del vagón, el policía, los revisores, las que venden la comida que ha sido preparada en la cocina del tren...

Los trenes también son un gran escaparate para conocer algunas costumbre chinas que, a dios gracias, van perdiendo fuerza: escupir al pasillo, tirar los desperdicios por la ventanilla, dejar el váter hecho unos zorros, hablar en voz alta (por no decir gritar) a las doce de la noche...

En el viaje de Kunming a Quilin, Luciano y Adela compartieron departamento con un matrimonio y sus dos hijos. Tenían reservadas las dos literas de abajo. El hombre tenía una para él solito, y la mujer y los dos niños se pasaron todo el viaje en la otra. A media noche, mientras su marido dormía a pierna suleta, la madre se fue al pasillo y trató de dormirse apoyando los codos en las mesa. Los niños necesitan espacio para sus sueños y eso las madres lo saben(sufren) como nadie.

Y para terminar, cómo no, hablemos de papeo. Los chinos acostumbran a llevárselo de casa. Quizá convenga aclarar que el agua caliente es una de las bases de la cultura china. Siempre hay una cisterna disponible para el que la necesite. Se usa para tomar el té, y en los trenes también para vertela en una caja de comida deshidratada, normalmente pasta con algo de carne o pescado. Echas el agua, esperas diez munutos, y ya te lo puedes comer con los palillos. Eso es lo que come casi todo el mundo. También son muy populares las patas de gallo, que las comen cual papas fritas, con uña y todo. Pero Luciano y Adela no se atrevieron con ellas...






Hey! Hey!

3 comentarii:

DAVID ELGEA spunea...

HOLA LUCIANO, ME APETECIA ESCRIBIR ALGO. ¿ TODAVIA NO OS HAN ARREGLADO EL ORDENADOR? YA ME CONTARAS. EN MI PAGINA WEB HE PUESTO MAS PIEZAS DE VIDEO,(LANDERLAND, TV1, LA ESPADA Y LA TINTA,CAUCE DREAM ,ETC.) Y HE PUESTO EL HTML DE YOUTUBE, ASI QUE YA NO HAY QUE ESPERAR Y SE VE EN CUALQUIER ORDENADOR. DATE UNA VUELTA , HAY VIDEOS INTERESANTES.

Patxi spunea...

tren honetako gorabeherak urruti zabaldu dira, Napoleonen garairaino!

Beno von Archimboldi spunea...

¡Y yo con estos pelos!