Una semanita en Marruecos (1)

Antes de ir al grano, una reflexión sobre los silencios en los blogs. Pondré un ejemplo: imaginemos a un blogari que escribía posts con cierta regularidad; de repente, deja de publicarlos. ¿Qué le habrá pasado al tipo? ¿Se le habrá jodido el ordenata? ¿Se habrá dado cuenta por fin de lo malo que es su blog? ¿Estará triste? ¿Habrá tenido un hijo? ¿...?

Al fin y al cabo, los blogueros son personas, a pesar de que pasen demasiado tiempo enchufados a la computadora. Cualquier razón puede explicar esos silencios.

Detras del de Luciano se esconde un profunda tristeza. Si pudiera, cambiaría el color de fondo de sus Intermitencias por uno negro, que reflejaría mejor su estado de ánimo. Una manera de explicar sin palabras lo que lleva dentro.

Pero hay que mirar palante, hay que seguir viviendo. Luciano ha hecho click y se ha tomado una pirula del Doctor Trapero. No cura, pero alivia.

Ondo pasatzeko jaio ginen.

Habrá que hacerle caso al médico. Es de confianza.


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Las aventuras marroquíes de El Diablo, El Ángel Caído y Teresa de Calcuta



Dedicado a Yussuff Al Ibrahim
y Giusseppe Casanova


El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein: un año de rutina puede equivaler a una semana de viaje. Lo mismo sucede con la edad: cuanto más joven es uno, con mayor intensidad vive, más espacio sobra en su disco duro.

Valgan estas palabras para presentar la crónica del viaje a Marruecos de Yussuf Al Ibrahim, Giusseppe Casanova y Luciano Brindavino, un otoño de mediados de los 90. Una semanita de lo más intensa.

Debido a las contradictorias historias que se cuentan del viaje en cuestión, conviene aclarar que lo que viene a continuación es la versión de Brindavino.

Va pueh.

El viaje comenzó en Tánger, donde alquilaron un cuatro latas para moverse por el país. De ahí se dirigieron a Chauen, donde tenían prevista una sola noche, el tiempo justo para pillar un poco de haxaxa ta segi aurrera. Nada más aparcar el coche, les entraron unos chavalitos que se ofrecieron a cuidar el coche durante la noche. Casanova, que ya había estado antes en Marruecos, y por tanto era el encargado de Asuntos Exteriores, les dijo que vale. También le tocó a él establecer los contactos para conseguir buena mierda. Giusseppe, que se las sabía todas, la consiguió esa misma noche de primerísima calidad y, además, a buen precio, ya que le prometió al trapichero que a la vuelta volverían a por más (bola). A la mañana siguiente los tres amigos decidieron proseguir el viaje sin más demora así que, después del desayuno, se dirigieron al 4L. Allí esperaba pacientemente el chaval al que le habían encomendado su cuidado. El niño se acercó a Casanova con la mano extendida, pero no le dieron ni un dirham.

La siguiente etapa era Marraquesh, donde pensaban pasarse unas cuantas noches. En principio no tenían intención de contratar guía alguno, pero al final decidieron quedarse con un chaval, para que los demás dejaran de darles la chapa. Quedaron con él para la mañana del día siguiente, enfrente del hotel. El pobrecito, no sabía con quién se había juntado.

A la mañana siguiente, como habían acordado, el guía los estaba esperando en la puerta del hotel. Casanova y sus amigos tenían ganas de ir al zoco. Les hacía ilusión pasarse la tarde tomando el té en una tienda, regateando sobre cualquier cosa. Le dijeron por tanto, al guía, que les condujera por sus tortuosas y laberínticas callejuelas.

En este punto quiero aclarar una cosa. Supongo que el lector ya sabrá como se las gastan los guías marroquíes, pero lo contaré por si acaso: los guías acostumbran a llevar a sus clientes-turistas a tiendas con cuyo jefe tienen acordada una comisión.

Pero Giusseppe no era de ésos que se dejan camelar tan fácilmente. Imaginad la escena: el guía se ha adelantado un poquitín para señalarles la tiendecilla a la que los quería llevar y..., ¿qué hace Casanova? Pues ir justo a la tienda de enfrente. Al ver esto, el guía y el otro tendero, no sabían qué hacer con su amplia y acogedora sonrisa, con sus brazos abiertos.

Les dejaron pues, con la miel en los labios, para alegría del vendedor de enfrente, que recogió la sonrisa y los brazos abiertos que habían dejado sus compatriotas. No obstante, y a pesar de que se pasaron casi una hora en la tienda, no consiguieron que los invitaran a un té, que era lo que realmente buscaban. Pero, eso sí, Casanova volvió a dar buena muestra de su fama de regateador.

Y es que en el arte de regatear, Casanova era un maestro. Luciano recuerda su primer mandamiento:

-Si vas a regatear empieza por algo que no te interese demasiado y regatea con vehemencia. Demuéstrale al vendedor que realmente te interesa el producto; verás como apenas baja el precio de salida. Cuando lleves así un buen rato, como quien no quiere la cosa, pregúntale cuanto vale lo que realmente te interesa, quitándole importancia, como si lo dijeras por decir. Seguro que consigues un buen precio.

Pero volvamos a la tienda. A Casanova se le ha metido entre ceja y ceja (tampoco es que haya demasiado sitio), regatear por unas babucas. Así fue la negociación, más o menos.


Tendero: ¿Cuanto?
Casanoca: 60
Tendero (carcajada): ¡Tú estar loco!
Casanova: ¿Cuánto, pues?
Tendero (serio): 120
Casanova: 60
Tendero: 100
Casanova: 50
Tendero: 80
Casanova: 40
Tendero: ¿60?
Casanova: Ni hablar.

Vamos, que el tendero igualó la primera oferta de su extraño cliente para nada. Claro, no sabía que lo único que quería Casanova era tomar un té. Al final no se compró las babucas, las dejó para otro garito.

Cuando salieron de la tienda, después de media hora de intensa cháchara gestual, no había rastro del guía. Tampoco era para extrañarse. Entonces se dieron cuenta de que no sabían salir del zoco. Estaban literalmente perdidos. Para colmo, estaba anocheciendo y el cielo amenazaba tormenta. A los cinco minutos ya estaba cayendo lo que no está escrito y los tres amigos fueron a refugiarse en unos arkupes que había en una pequeña plaza. Pero no podían permanecer allí indefinidamente. La noche se echaba encima y los zocos son lugares sin ley a partir de cierta hora. No llevaban ni un minuto cuando a Luciano ya le entró el canguelo.

-Me siento observado ¿No tenéis esa impresión vosotros? -preguntó Brindavino a sus amigos.

-Hay que salir de aquí cuanto antes -aseveró Yussuff.

-Sí, pero ¿Hacia dónde? Si por lo menos tuviéramos un plano -A Luciano le temblaban las pantorrilas.

-No digas tonterías Luciano. ¿Qué ibas a hacer tú aquí con un plano, eh?

-Pues...

En ésas estaban cuando vieron a un chico joven que, al parecer, los había estado observando todo el rato, y les hacía señas para que lo siguieran.

-¿Qué hacemos? -Preguntó Luciano.

-Pues qué va a ser. Seguirle. No tenemos otra.

Yussuf tenía razón. Tenían que confiar en el chaval. No le conocían de nada pero era el único asidero al que podían agarrarse.

De modo que, en un plis-plas, se pusieron a correr detrás de él. En realidad podría haber hecho lo que hubiera querido con ellos. Pero no lo hizo. Les sacó del Zoco en poco más de cinco minutos. Se despidió con una sonrisa. No pidió nada a cambio. Una lección de cortesía.

Es evidente que los tres amigos no merecían semejante recompensa: mejor hubiera sido que aquel chico no hubiera aparecido, así este breve relato hubiera tenido su moraleja. Pero qué le vamos hacer. Sucedió así y ya está.

Pero estése tranquilo el lector. Pueda ser que la divina providencia no actúe con la rapidez de un SMS, pero tarde o temprano urde su venganza.

De eso tratará precisamente el próximo post, donde contaré cómo los tres chiflados pagaron uno por uno sus pecados.

3 comentarii:

Patxi spunea...

neure buruarentzako ere bada botika hori, ez pentsa. Inoiz gogoratu behar izaten diot nere buruari. Funtzionatzen du botikak.

Beltza ez da kolore txarra, aldi baterako. Paketsua da, isila. Ondo etorri baino gehiago, komenigarria da, beharrezkoa, hala ikusten det nik behintzat.

Animo lutxiano.

Erregateoari buruz badaukat nik istorio bat mundiala, marokon. Beti bezela, berandu da ordea, nekatuegi, ze ordu dira hauek, bihar 6,30 etan esnatu behar duen batentzako??

Anonim spunea...

Esker ona, patxi, animoengatik, eta zure gau klandestinoetan zeure buru argian lekua izateagatik.

Zeharo ados naiz zurekin: ezer onik ez digu ekarriko sentitzen dugun mina saihesten saiatzea. Komenigarria, beharrezkoa. Ezin beste bi izenlagun egokiagorik aurkitu.

Eskaera xumea, amaian: erregateoa ez ditzala, arren, zure loari orduak kendu.

Lutxiano

Anonim spunea...

recordar es adentrarse en el mundo del cerebro,es entrar en cada utopia propia, en definitiva como cada cual tiene una utopia,es soñar aquel instante que bien los tres viajeros de marruecos tuvieron vivencias muy personales.
De lo cual saco una conclusion:
recordar es trasjiversar la realidad al momento personal de cada cual. Pudiendo filosofar mucho sobre el recuerdo de los momentos intensos.