Síntomas

Ilustración de Steve Ditko en The Comics Journal 258 (feb. 2004).


Aquel cuatro de enero a Luciano Brindavino le dio por ponerse enfermo. Adela y Locosueño se encargaron de que nada lo molestara, y por la tarde, después de una ducha, ya se sintió mejor. Vestido con pijama y bata y con la casa calentita, Brindavino se sentó a pensar qué demontres le pasaba. Luciano había aprendido que el cuerpo no se ponía enfermo por que sí, que estaba avisando de que algo iba mal en su organismo. Por eso había aprendido a desconfiar de aspirinas, nolotiles y termalgines, ya que lo único que hacían era reprimir la rebelión y las protestas de su organismo.

Así que Luciano decidió escuchar lo que le decía su cuerpecito y oyó cómo, desde el talón hasta el último pelo de la cocorota, le suplicaban que les cuidara un poco más. Se propuso indagar en las causas de la rebelión -estaba claro que los excesos navideños no les habían gustado nada-, cuando de repente le vino a la memoria una ilustración de Steve Ditko que le había llamado mucho la atención en su tiempo. Se trataba de la ilustración que abre este blog y Brindavino la había comentado hacía años de esta manera en su diario.


En mi opinión hay que interpretar la viñeta de forma simbólica, como si de una alegoría se tratase. En la ilustración aparecen cuatro personas sobre una roca de gran tamaño de cuya estabilidad depende su subsistencia. Si la mole se desmorona les espera el abismo, simbolizado por una mancha negra. Estas personas bien podrían representar a una colectividad más o menos grande (Canetti lo llamaría muta), aunque también podría representar a la humanidad en general. Ellos no saben que la roca está a punto de resquebrajarse y de venirse abajo; no disponen de la misma información que nosotros, los espectadores.

Por un lado, los tres de la izquierda están analizando unos fragmentos aparentemente superficiales. Creen que se trata de un problema superficial. El cuarto, situado al otro extremo de la roca, no las tiene todas consigo, teme que esos desprendimientos aparentemente superficiales puedan esconder un daño en la estructura de la roca.

Esta viñeta debe de valer como muestra de lo que se puede llegar a hacer valiéndose de un género tan marginado y humillado como el del tebeo. En un estilo directo y desaliñado, Steve Ditko consigue decir tanto como Muñoz Molina en Plenilunio, por poner un ejemplo, y eso que la novela no me disgustó.


Pero esta vez no era el aspecto artístico de la ilustración lo que interesaba a Brindavino; inmediantamente corrió al espejo del baño y vio unos ojos amarillos, una piel verdosa; tocó con las llemas de los dedos las escamas que le iban saliendo en las comisuras y tras las orejas. Inmediatamente cogió el teléfono y pidió consulta para el día siguiente con el médico de cabecera. No fuera a ser que…

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