El presente vengador

Brindavino apoyó su espalda en la pared y se puso a observar a la gente. La plaza de Zumárraga estaba a rebosar aquel día de mercado. Luciano se había colocado en aquel lugar estratégico para confirmar una sospecha que ya barruntaba. Después de media hora de atenta observación, tuvo que dar la razón a su instinto.

-¡Los pantalones de campana ya no están de moda! ¡Son prehistoria!

Luciano quería decir que la modas emergentes relegan las anteriores a la prehistoria. Y es que, según él, no había una sola prehistoria, a pesar de lo que nos pudieran enseñar en la escuela. Hace unos siglos, quizá no, pero desde que los hombres bajaron del caserío al pueblo y se volvieron kaletarras, desde entonces, ya sí. Y no sólo una, sino muchas, infinitas prehistorias, tantas como hagan falta para realzar lo modernos que somos. Esta idea la maduró Luciano desde que descubrió el Passagem-Werk, de Walter Benjamin.

Benjamin era uno de los pensadores más relevantes de Europa hasta que los fascistas acabaron con su vida en Port Bou, un pueblo fronterizo catalán. Su principal legado es el Passagem-Werk, un atrevido proyecto intelectual que llevó a Benjamín a analizar los restos que quedaban de los otrora emergentes Pasajes de París.

En el siguiente fragmento, Susan Buck-Morss analiza el concepto de prehistoria que Luciano había tomado prestado de Walter.

"En el capitalismo avanzado, la corta vida de tecnologías y mercancías, la rápida renovación de modas y estilos, eran experimentadas como atenuaciones temporales extremas. Para quienes vivían los años veinte, las novedades de la generación anterior -luces de neón en lugar de lámparas de gas, cabello corto y trajes de baño en lugar de moños y mariñaque-, pertenecían a un pasado distante."

Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada: Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes, Visor (la Balsa de la Medusa, 79), 1995.

A Luciano le parecían las palabras de un visionario. Encajaban como un guante en el presente que le había tocado vivir. Un presente inabarcable que obligaba a uno a olvidarse de ese otro que había sido hacía sólo unos añitos.

-La memoria condenada al olvido. Una enfermedad de moda.

Hace siglos, por ejemplo, no sería raro que uno se conociera la disposición de las estrellas en el firmamento. Claro, las estrellas eran siempre las mismas.

Hoy en día, en cambio, son muy pocos quiénes las conocen. No tienen sitio para ellas. Bastante tienen con esas otras, más efímeras, que pululan por la caja tonta.

Pero la memoria humana tiene un límite. Lógicamente, cuando ya no le cabe nada más, articula mecanismos de defensa, que consisten en olvidar todo lo pasado, para centrarse exclusivamente en el presente.

De hecho, es tanta la información que recibe una persona al cabo del día, que hasta el más tonto almacena en su chaveta más conocimientos que el padre Feijóo.

Así, en aquella media hora de observación en el mercado matutino, Luciano ya se había acostumbrado a no ver campanas en los pantalones de las chicas. Y entonces pensó en que quizá por fin se pondrían de moda las melenas, los bigotes y los pantalones ajustados.



Niciun comentariu: