Los sastrecillos valientes

Brindavino recordaría en la última tarde del año en Pipienea aquella época en las que usaba vaqueros. Tendría unos veinte años cuando se acostumbró a que los pantalones y las chaquetas se los hiciera su padre, que era sastre.

En los años 70, cuando Luciano era chico, se trabajaba bastante, pero llegó el corte y confección y se llevó casi todo el gremio al garete. Hacerse un pantalón a medida salía caro, y no digamos una chaqueta o un abrigo. Para que un sastre te hiciera la ropa, o te sobraba el dinero, o eras hijo de sastre. Y así le tocó a Brindavino. Desde muy joven vistió como si hubiera nacido cuarenta años antes y aprendió a conocer el efecto que su vestimenta producía en las personas. Una vez que Adela y Luciano iban a un concierto que había en la sala jam de Bergara, pillaron a dedo a una pareja de jóvenes punkis, chupa de cuero, pelo rapado y tal. Subiendo descarga el chico le preguntó a Brindavino:

- ¿Dónde te hacen la ropa? Cuando te vemos en el bar nos hemos fijado que tu ropa no tiene marca.

Luciano se quedó flipado con lo que se fija la gente. Seguro que ya me han puesto un mote, pensó y su corazón sonrió para sus adentros.

Y aquello mismo estaba pensando Luciano aquella última tarde del año en Pipienea, mientras esperaba a que Adela saliera de la ducha, y oteaba en la oscuridad del pasillo la silueta de Locosueño.

Urte Berri On

Niciun comentariu: