Puertas abiertas

Mucha gente recuerda dónde estaba, qué estaba haciendo, cómo reaccionó ante el tejerazo o ante 11S. Luciano, por su parte, no ha olvidado qué hacía una tarde de julio, nueve años antes.

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Estaba con Adela en ‘Itarte Etxea’, un local que el ayuntamiento de Zumarraga había cedido al efímero colectivo cultural ‘Hits & Fits banda’.

Adela estaba en la ‘sala de pintura’, preparando uno de sus trabajos. Luciano por su parte ocupaba la sala central, que daba a la plaza del Ayuntamiento. Estaba cómodamente sentado en un sillón de orejas, con la mirada fija en la estatua del inefable Miguel López de Legazpi, conquistador de las Islas Filipinas. Un bronce frío, de porte soberbio y orgulloso,

la mano izquierda
en la espada
y bajo su bota,
una máscara indígena.


A mitad de camino entre la sala de pintura y la sala principal, habían colocado el ‘loro’, de modo que ambos pudieran escuchar el tema de cheb Mami, que estaba sonando en ese momento.

En ésas estaban cuando Luciano preguntó algo extrañado:

-Adela, esta cinta ¿es en directo?

-Creo que no. Qué extraño. Parece que el ruido viene de fuera.

Efectivamente. Salieron al balcón y comprobaron asombrados que la plaza estaba petada de gente.

¿Por qué?

Días antes, ETA había secuestrado al concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco. En aquel entonces estaba todavía fresca en la memoria el largo secuestro y la liberación del funcionario de prisiones Ortega Lara. Ese revés que empujó a ETA a pegar un órdago a la grande con el secuestro del concejal del PP.

De modo que, aquella tarde de julio, la plaza del ayuntamiento de Zumarraga estaba tan llena como la noche de la tamborrada. El populacho, enfervorizado, dirigía sus gritos a un pequeño grupo –ocho ó diez, no más- de simpatizantes de la izquierda abertzale. Éstos reculaban instintivamente hacia las vallas que protegían la estatua, mientras la gente los rodeada por todos los lados.

Conviene recordar aquí, que en aquella época eran muy frecuentes en los pueblos de Euskadi, las manifestaciones dobles; esto es, frente a la de ‘Gesto’ nunca faltaba una de la izquierda abertzale.

Paradójicamente, fueron aquellos que habitualmente se concentraban tras la pancarta de ‘Gesto’ los que hicieron un corro en torno al pequeño grupo, protegiendo a sus enemigos ancestrales de aquella masa que la tele había echado a la calle.

Pasados unos meses, en las concentraciones se volvieron a quedar los de siempre. Los de ‘Gesto’ se ponían debajo de los arcos del ayunta, y los de la izquierda abertzale, enfrente. Pero desde aquel día de julio, Luciano los veía de una manera distinta. Le parecía que ambos bandos compartían muchas cosas, a pesar de aparecer enfrentados en sus rituales públicos.

Y era cierto. Sus miradas escondían un compromiso común: no abandonar a los suyos. Un deseo común: la paz.

Nadie como ellos para enseñarnos el camino de la dignidad.

Intermitencias chinas 8.1

Shanghai Trek

Y vuelta a Shanghai. El círculo cromático de este viaje se cierra en esta ciudad de contrastes. El río Huangpu divide en dos a sus 13 millones de habitantes.

Su margen derecha -el Pudong-, es el espejo de la China que renace. Miles de kilometros cuadrados que han pasado, de ser un cenagal, a albergar torres tan altas como horteras, y trenes tan rápidos como inútiles.

En la otra orilla está el Bund, la parte histórica, cuyos edificios coloniales saludan al río como si no les importara lo que tienen justo debajo: no torres, sino leprosos pidiendo limosna; no trenes ultrarrápidos de útima generación, sino un olor nauseabundo que se te mete hasta dentro.

Luciano y Adela se encontraron con bastantes problemas para cruzar el río Huangpu. En realidad era tan fácil como coger el metro en cualquiera de las estaciones del centro. En diez minutos te llevaba al otro lado por un módico precio. Pero los pipienéicos no conocían aún la jugada, por lo que optaron por arrimarse al muelle, con la esperanza de que allí sería todo más fácil.

Y vaya si lo fue. A cincuenta metros se encontraron con una taquilla que les invitaba a cruzar el río por un precio diez veces mayor al del metro o el autobús.

-¿Qué pasa? ¿Acaso nos van a dar el bocadillo en un viaje de cinco minutos?

Pues no. En el video que viene a continuación, aparece la respueta a ese misterio.

Antes, en la primera parte, la popular cantante china Faye Wong acompañará a Luciano y Adela en su último viaje en tren entre Qulin y Shanghai (ver hoja de ruta), y los introducirá en la caótica urbe.

Una buena anfitriona -por lo moderna, digo-, que quizá ayude al espectador occidental a comprender esa fatal atracción de los chinos por los colores fosforitos y las luces de neón.





-¡Uf! ¡Qué alivio! ¡Fuera del túnel al fin! Qué pena, Adela, que no hayamos conocido a ningún arquitecto chino. Me gustaría saber quién les pasa los psicotrópicos.